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charpentier, etienne.. - 10

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más que inaugurar el reino, dejando a sus discípulos,<br />

animados por el Espíritu, la tarea de realizarlo.<br />

La venida de Cristo no ha suprimido esa espera.<br />

Al contrario, ha reforzado la esperanza. La promesa<br />

contenida en el Antiguo Testamento sigue siendo un<br />

programa a realizar por los cristianos, como lo fue<br />

para Jesús.<br />

3. Palabra de Dios·<br />

Palabras de hombres<br />

Ya hemos evocado esta cuestión en la p. <strong>10</strong>0.<br />

Pero hay que volver sobre ella, porque seguramente<br />

se os habrá planteado al terminar este estudio.<br />

Generalmente, se lee la Biblia con la convicción<br />

(aceptada o negada según sea uno creyente o no) de<br />

que es «palabra de Dios»; es el libro santo de los<br />

judíos y de los cristianos, un libro sagrado.<br />

Pues bien, a través de todo este estudio se ha<br />

podido sentir la impresión de que se desacralizaba<br />

la Biblia. Se la estudiaba con métodos analíticos,<br />

exactamente como se hace con los libros profanos.<br />

Se asistía a su formación a partir de la reflexión del<br />

pueblo, de los profetas, de los sabios, de los sacerdotes.<br />

Y finalmente, se corría el peligro de presentarla<br />

sobre todo como una palabra de hombres. «Dios<br />

dijo a Abrahán... a Moisés... »; se tiene la impresión<br />

de que habría sido preferible escribir: «Unos hombres<br />

dicen que Dios dijo a Abrahán... Los hombres<br />

interpretaron que... Sacralizaron su palabra humana<br />

haciéndola palabra de Dios. ¿Quién nos garantiza<br />

que tenían razón?».<br />

Quizás haya que revisar nuestra concepción de<br />

la palabra de Dios. Para ello nos ayudará la analogía<br />

con la encamación. Esto nos lleva a reconocer<br />

toda su importancia al Espíritu Santo y a su función<br />

en la fe.<br />

• Jesús, palabra de Dios hecha hombre<br />

Nuestra admiración ante esta Biblia-Palabra de<br />

Dios tan extrañamente humana es exactamente la<br />

misma que la de los contemporáneos de Jesús. Después<br />

de la resurrección, tomaron conciencia de que<br />

habían vivido en la intimidad del Hijo de Dios, de la<br />

palabra encamada. Pero no habían visto ni oído<br />

más que a un hombre, unas palabras humanas. La<br />

palabra de Dios no cae del cielo de una forma visible<br />

y mágica. Se hace humildemente uno de nosotros<br />

y hay que saber descubrirla con los ojos de la fe.<br />

«La palabra de Dios está a tu alcance, en tu<br />

corazón. Cúmplela» (Dt 30, 14). Es por tanto en el<br />

corazón del hombre, en su práctica, en su comportamiento<br />

de cada día, así como en los grandes acontecimientos<br />

del mundo, donde hemos de descifrar<br />

esta palabra. En un mero plan humano, los gestos y<br />

los objetos «dicen» algo: «Este hecho es elocuente...<br />

Esta sonrisa dice mucho... ». De la misma manera<br />

hemos de descifrar la palabra de Dios a través de<br />

las palabras, las actitudes, los acontecimientos humanos.<br />

• El papel del Espíritu Santo<br />

Siempre existe el peligro de declarar «palabra<br />

de Dios» lo que no es más que expresión de nuestras<br />

opciones humanas. ¿Quién nos garantiza que los<br />

autores de la Biblia no hicieron lo mismo?<br />

El creyente que reconoce la Biblia como palabra<br />

de Dios, reconoce en ella por eso mismo una palabra<br />

inspirada, ve en ella una acción del Espíritu. «El<br />

Espíritu de la verdad comunicará lo que le digan y<br />

os interpretará lo que vaya viniendo..., os irá guiando<br />

en la verdad toda», decía Jesús a sus discípulos<br />

(Jn 16, 13). Soñar con una palabra de Dios en estado<br />

puro, caída del cielo, quizás sea simplemente querer<br />

prescindir del Espíritu. Y también de la fe.<br />

• El papel de la fe<br />

Deseamos tener pruebas. Somos como los judíos<br />

que le pedían a Jesús grandes señales en el cielo. Y<br />

Jesús les respondía: «No vais a tener más señal que<br />

la de Jonás; Jonás predicó en Nínive sin hacer milagros<br />

y sin dar ninguna prueba; predicó simplemente.<br />

Y los habitantes percibieron en su predicación la<br />

palabra de Dios que les invitaba a la conversión. Lo<br />

mismo vosotros: también tenéis mi palabra de<br />

hombre, mi ser de hombre, y en ese ser y esa pala-<br />

PARA LEER EL AT 147

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