Arlequine - andes
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Juan – Agradezco que me hubieran incluido en reemplazo de quienes no pudieron<br />
venir a Davos. A propósito, todos me pidieron hacerles llegar oficialmente, en especial<br />
a El tío como anfitrión, su agradecimiento por la magnificencia de la invitación más los<br />
euros de pocket money. Estaban entusiastas de quedarse un día y la noche en la<br />
Ciudad Luz. Salen mañana temprano todos juntos de regreso, con Mel, quien tomará<br />
la combinación a Nueva York para llegar a su casa tranquilo. Los norteamericanos no<br />
son bien vistos este tiempo.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Nuestro American Scholar no debe temer a los extranjeros sino a los de<br />
su país, neoliberales, representantes del gobierno y agentes de seguridad.<br />
Juan – Peor aún. Le recomendé que se cuidara de accidentes naturales. Que maneje<br />
con cuidado su coche para no aparecer chocado contra un árbol. Que no camine de<br />
noche solo y no acepte refrescos o bebidas de cualquiera, en especial de amigos<br />
ocasionales para evitarse coágulos e infartos retardados. Recursos de la mano larga.<br />
El tío – Fue bueno establecer un orden de intervenciones aplicando el alfabeto por<br />
sus nombres de pila para no herir susceptibilidades ni con el pétalo de una rosa.<br />
Son gentes curriculares. Vanitas vanitatum, et omnia vanitas. Todos estuvieron<br />
conformes.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Hemos cumplido una etapa y también mañana al medio día partimos<br />
nosotros a Venecia como final de este viaje. ¿Verdad?<br />
El tío – En realidad terminaremos donde empezamos. De Venecia vía Roma-Buenos<br />
Aires, en tránsito. Todo está arreglado. Saldremos a las 11.30 de la mañana después<br />
de despedir personalmente a los amigos en el aeropuerto. Para ambos casos contraté<br />
jets ejecutivos privados, tratándose de vuelos cortos dentro del continente.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Les ofrecimos copia del menú en la Tour y el paquete de bombones<br />
Godiva. Creo que habría que añadir una botella de Dom Perignon, magnum.<br />
Juan – Así es. Toda promesa es deuda.<br />
El tío – ¿Han pensado ustedes que nada de esto estaría ocurriendo si existieran los<br />
salones que caracterizaban a ciertas damas de alcurnia o muy ricas en el París de los<br />
siglos XVIII y XIX, donde recibían a los notables de su tiempo? ¿O las veladas en los<br />
salones de la sociedad y nobleza de San Petersburgo? Yo me sentía de sangre azul.<br />
<strong>Arlequine</strong> – En Londres o Viena. De una u otra manera, pasa en toda época y en<br />
todas partes. Siguen habiendo. Lugar, barrio y estamento social, pues la humanidad<br />
es la misma. La Tertulia no es invento nuestro. El ser humano es sociable por<br />
naturaleza.<br />
Juan – Radiococina, señores. Sean jóvenes o viejos. Hombres o mujeres. No les<br />
faltará una confitería para tomar una tasa de café o té como lugar de reunión en la<br />
siguiente esquina. (Socarrón.) O en Davos. Al final, es el diario vivir.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Eran excluyentes y de élite, en cambio, con el correr de los años, fueron<br />
sustituidos por los cafés. Al alcance de todos, pues no necesariamente tienen que ser<br />
intelectuales para reunirse a comentar sobre fútbol, alguno que otro libro o revista, el<br />
periódico del día, pelar al ausente, repetir cuentos groseros, el chiste y chisme de<br />
moda, el secreto a voces, adelantar acontecimientos, la confidencia política o<br />
simplemente dedicarse a salvar el país y al mundo. Eso sí es muy importante conocer<br />
historia para discurrir sobre el futuro de la sociedad.<br />
Juan – Durante los años cincuenta se hizo muy famoso el café Aux deux magots en<br />
París, centro de los existencialistas.<br />
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