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Arlequine - andes

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causa. Y así sea, por si acaso, debemos no mas asegurar nuestro éxito.<br />

El tío – Tú dirás y yo ejecuto. Me encargo de los detalles.<br />

Juan – Hay que repartir algunos “voluntarios” del público, y hay que hacerlo ya no<br />

más, sin que nadie se de cuenta, en distintos lugares del teatro. Mimetizarlos<br />

entre los espectadores equidistantes unos de otros pero estratégicamente bien<br />

ubicados. Ellos se encargarán de romper el silencio y arrancar con aplausos y<br />

vítores después de unos breves minutos de espera al término de la obra.<br />

Sobretodo cuando salimos nosotros, se entiende a pedido clamoroso unánime,<br />

para saludar y agradecer las exclamaciones de júbilo que tendrán que haber<br />

necesariamente.<br />

El autor – Excelente.<br />

El tío – Perfecto. Me ocupo y responsabilizo de que todo salga conforme a lo previsto.<br />

Juan – (Dirigiéndose a El tío.) Debes dejar pasar unos dos a tres minutos de silencio<br />

sepulcral que desconciertan, mientras se crea la atmósfera electrizante requerida que<br />

luego hará retumbar el ambiente de aplausos espontáneos y fervientes.<br />

El tío – Así será. Todo estará preparado a la perfección. Completamente espontáneo.<br />

Juan – No olvides el rastrillaje, hay que hacer explotación del éxito obtenido. Los<br />

amigos que destacamos por todo el teatro tienen que también inducir al público a<br />

salir a la calle, fuera del local algunas pocas calles siquiera, en manifestación de<br />

apoyo a la obra. Y levantarnos en hombros, todo triunfantes, victoriosos.<br />

El tío – ¡Ritorna vincitor! Como la música de Verdi en Aída. Es un poco incómodo para<br />

nosotros pero son los sacrificios que hay que hacer por la fama. Debemos estar todo<br />

el tiempo sonrientes y saludando con los brazos abiertos a la muchedumbre. Enviar<br />

besos de agradecimiento con las manos.<br />

El autor y El tío (Juntos.) – Que bien.<br />

Juan – Entonces tendremos el futuro asegurado y nadie podrá dudar de nuestro éxito.<br />

El tío – Fortuna y gloria en la posteridad. Con beneficio hasta para nuestros<br />

descendientes. Dejen por mi cuenta, yo alistaré todo. Nadie me gana en el manipuleo<br />

de la gente. Las muchedumbres son terreno abonado por mí. Claro que hay que<br />

gastar algo, pero es buena inversión. Reditúa en multiplicadora.<br />

El autor – No olviden prensa, radio y televisión, pues hay que dejar testimonio objetivo<br />

de los hechos. Ver para creer, hoy, pero más aun en el futuro. Son documentos para la<br />

historia que hay que saber dejar bien provistos, de manera que signifiquen material<br />

primario para los doctos de la historia y sus tesis de grado.<br />

El tío – Dejen por mi cuenta. No podrán quejarse ni dentro de quinientos años.<br />

Juan – ¡Todos para uno, uno para todos!<br />

El autor – Pero ahora viene el final y por tanto la tragedia. Porque no se trata de una<br />

simple obra dramática. Requerimos pasar a la fama y a la historia del teatro como un<br />

clásico del pensamiento del tiempo actual.<br />

El tío y Juan (Juntos.) – Así es.<br />

El autor – Volvemos a la pregunta trascendental que caracteriza toda la obra: ¿Para<br />

qué estamos aquí? Señores, este es el quid de la cuestión.<br />

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