Arlequine - andes
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Juan – En el tema del alma patinan los más sabios incluido, lastimosamente, Voltaire.<br />
En la décima tercera carta de sus “Cartas filosóficas”, llamadas también “Cartas sobre<br />
los ingleses”, referida a John Locke, trata el tema del alma pero sin salir de la<br />
envoltura religiosa que delimitó su metafísica. No se atrevió a negar o afirmar la sobre<br />
existencia independiente del cuerpo, como negamos nosotros. Coinciden en lo que<br />
difusamente vislumbraron de biología genética y el genoma que hoy tenemos el<br />
privilegio de conocer. Faltó en ambos aceptar la fase decisiva de que el alma radica<br />
en el cerebro, que nace, vive y perece con él. “Soy materia y pienso, es todo cuanto<br />
se”.<br />
El tío – No hay nada más allá de la muerte, se los puedo dar por escrito. Me confieso.<br />
Yo mantengo una ficción acá en la tierra para los vivos, no para los muertos. Soy el<br />
único inmortal que vive por generaciones desde que el hombre razona y puede<br />
discernir. Pero les repito, eso es sólo para los seres vivos. El mundo de los muertos<br />
bien muerto está. Esta declaración personal e íntima no la volverán a oír dos veces,<br />
por favor les pido mantenerla en absoluto secreto.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Fue René Descartes el genio que aseguró en su tiempo “que el alma es lo<br />
mismo que el pensamiento”. He aquí nuestro predecesor. Vio con claridad una<br />
realidad sin dejarse llevar por misticismos, temores y creencias. Un adelantado<br />
brillante y, por supuesto, incomprendido. Bastó llamarle ateo para descalificarlo, como<br />
hicieron en Holanda donde se había refugiado del vacío de sus compatriotas<br />
franceses.<br />
El tío – Es la misma historia de siempre. La pátina sólo la otorga el paso del tiempo.<br />
Por eso yo actúo pero no hablo.<br />
Juan – Voltaire en sus Cartas afirma erróneamente que Descartes “se equivocó en<br />
lo que respecta a la esencia del alma, las pruebas de la existencia de Dios, la<br />
materia, las leyes del movimiento y la naturaleza de la luz”. Pero también<br />
reconoce que “Destruyó las quimeras absurdas que se inculcaban a la juventud<br />
desde hacía dos mil años”.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Equivocaciones van, equivocaciones vienen. Los elogios a Newton frente<br />
a la obra de Descartes se han deteriorado con la presencia de Einstein en el siglo XX.<br />
El tercer milenio es otra cosa diferente, ahora vivimos o morimos, no hay medias<br />
tintas.<br />
El tío – Permítanme una cita del ginebrino que lo define en su indefinición: “¿Quién<br />
pudo impedir que Dios otorgara a nuestros órganos más sensibles la facultad de<br />
sentir, de apercibir y de pensar que llamáis razón humana?” Supongo que quiso<br />
referirse a mí, de otro modo es el absurdo al cuadrado. ¡Quien más que yo!<br />
Juan – Lo que pasa con estos filósofos es que son ideólogos que vislumbran<br />
doctrinas e hipótesis novedosas adelantándose a su época por encima del común<br />
denominador, pero no dejan de ser ciegos en la fe religiosa cuando no actúan por<br />
miedo de expresarse libremente ya sea a la Inquisición, a los poderes políticos<br />
monárquicos o a un rechazo de la sociedad misma, que les deja desprotegidos en su<br />
economía, en su vanidad y en su gloria. Mientras el gran Galileo Galilei uno de los<br />
fundadores de la ciencia moderna, padecía en las prisiones católicas sin claudicar por<br />
haber demostrado que la tierra se mueve.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Sólo después de cuatrocientos años la iglesia pidió disculpas al muerto<br />
dándose cuenta de que había tenido razón. Ocurre igual con el celibato, el aborto, el<br />
condón, la eutanasia, ni soñar con la eugenesia, el matrimonio gay y tantos otros<br />
tabúes cuya realidad supera al supuesto e imaginario pecado. Creación y salvación<br />
son vocablos que obnubilan el pensamiento y ciegan toda visión.<br />
El tío – Son los mismos miedos, resquemores y rechazos de ayer y de hoy. Henos<br />
aquí.<br />
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