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Arlequine - andes

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<strong>Arlequine</strong> – Sin olvidar la extraordinaria variedad de voces famosas, bastaría nombrar<br />

a Enrico Caruso y Luciano Pavarotti. Pero imposible ignorar a Tito Schipa, Beniamino<br />

Gigli o Giuseppe Di Stefano. “Torna a Surriento” es una bellísima oda a la tristeza en<br />

recuerdo a la tierra lejana. (Hace ademán de tocar mandolina y tararea suavemente.)<br />

“Vedi il mare como è bello!/Ispira molto sentimento./Come te che a chi guardi/Da<br />

sveglio lo fai sognare.” (Deja el ademán de estar tocando el instrumento.) Una<br />

maravilla, ¿verdad? Pero más aún se la siente en napolitano, como originalmente se<br />

dice que fue improvisada por el autor.<br />

Juan – Con la Marsellesa pasó lo mismo. Llegó la inspiración en una noche.<br />

<strong>Arlequine</strong> – (Vuelve a simular que toca la mandolina y murmura.)<br />

Vide ‘o mare quant’è bello!<br />

spira tanta sentimento…<br />

Comme tu, a chi tiene mente,<br />

ca, scetato, ‘o faje sunná!<br />

Juan – ¿Y qué tal en español? No todos entienden italiano y mucho menos<br />

napolitano.<br />

<strong>Arlequine</strong> – “Mira el mar, cómo es bello/Inspira mucho sentimiento./Igual que tú<br />

cuando miras/haces soñar despierto”.<br />

Juan – ¡Bravo! No conocíamos estas tus habilidades vocales y musicales, ¿tocas<br />

algún instrumento?<br />

<strong>Arlequine</strong> – El hombre “ése desconocido”. Por supuesto la mandolina. Me fue difícil<br />

decidirme entre el piano o el violín, ambos me apasionan bien tocados. Con la voz,<br />

mejor me olvido. Pero, eso sí, puedo jactarme de tener una cultura musical de buen<br />

nivel y de paso buen oído sin llegar a competir con un músico de verdad. No llego al re<br />

bemol.<br />

Juan – Disculpen que me ponga algo romántico, ya que Venecia, perdón, diré toda Italia,<br />

invita a ello. Como en el primer Fausto del amigo Goethe, escrito en su juventud, ustedes<br />

recordarán el apasionado amor que le inspira al viejo sabio la joven Margarita…<br />

El tío – Si lo sabré yo. Fue como convencí al doctor para comprometerme su alma a<br />

cambio de juventud. Porque no es cuestión de mirar a la mujer sino poseerla.<br />

¿Ustedes saben que de ahí viene aquello de “entregar el alma al diablo”? Los perros<br />

olfatean de lejos el celo de la hembra y ellas sienten al hombre sexual. Intuyen que<br />

son buenos en la cama (Susurra mirando a los espectadores.)<br />

Juan – Déjenme contarles mi experiencia propia. De adolescente universitario tuve un<br />

amor apasionado, aclaro romántico, platónico, con una joven vecina. En el dulce valle<br />

quechua de Cochabamba, donde todo el año es primavera. Naturalmente era una<br />

artista muy sensitiva. Tocaba muy bien el piano. Se llama Rosemaríe. De ella me<br />

queda el recuerdo más bello de aquel tiempo y me decía que su canción napolitana<br />

favorita, que ella cantaba y tocaba para mi solaz y felicidad, titulaba “Era di maggio”.<br />

<strong>Arlequine</strong> y El tío (Juntos.) – ¡Claro que conocemos!<br />

Juan – Con nostalgia podría recitar la letra completa, en italiano y en español. Que<br />

pena que no podamos disfrutar de la música en este momento.<br />

El tío – Acá tenemos nuestro conjunto de cuerdas (Señalando el lugar), que nos<br />

acompaña toda la obra y estoy seguro que la conocen. ¿Verdad maestro?<br />

(Dirigiéndose al director.) ¿Podrían interpretar, por favor, “Era de maggio”? Sólo dura<br />

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