Arlequine - andes
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El tío – Esos tapices hoy se manufacturan en Turkmenistán. El diseño bukara,<br />
llamado buhara, se lee la h como j, bujara, me agrada sobremanera, como que son<br />
las alfombras favoritas en todo el piso de mi escritorio. Además de su color guinda<br />
obscuro, el fuego de la pasión.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Correcto. Hay que ir hasta Ashgabat, la capital, para comprar originales<br />
en distintos tamaños artesanales en el mercado campesino. Las demás de la<br />
factoría. Coincidimos en el gusto, no pensé que llegarían hasta tan lejos (Mira<br />
riendo a El tío.)<br />
El tío – En estos países se crían las ovejas caracul que son las que producen las<br />
pieles de astrakán, tan cotizadas en Occidente para la elegancia femenina, sobretodo<br />
si son nonatos. Me encantan las pieles en particular el visón, la nutria y las martas<br />
sibelinas.<br />
Juan – Hoy en día está prohibido. Se acabaron esos lujos a costa de sacrificar<br />
animales. Es inexplicable la perversidad con que extinguen ballenas y focas. Quedan<br />
pocos leones y tigres. Abundan contrabandistas en pieles y marfiles. Bárbaros sin<br />
control.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Volviendo a lo nuestro. Es mucho lo que habría que decir de y sobre<br />
Venecia, debemos estar felices y disfrutarla lo más posible ya que estamos aquí. Vivir<br />
conscientes el instante. El hotel en el que nos alojamos es fantástico, como que fue<br />
originalmente un palacio, por lo que se llama “Gritti Palace”, su entrada en góndola<br />
por el Gran Canal es inolvidable. Preferiría salir por la puerta que da a la ciudad para<br />
no borrar la impresión de la llegada. Toda partida es triste y ésta con mayor razón.<br />
Juan – Todos los días partimos un poco.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Hay que subir al campanario para divisar la ciudad insular completa desde<br />
lo alto y sus lagunas. Contemplar en 360 grados el espléndido paisaje donde<br />
destacan sus miles de palacios de mármol, sus iglesias, sus puentes y callejuelas. El<br />
Gran Canal que corta la ciudad y la isla en dos, de mar a mar. Paraíso para maestros<br />
de la descripción y narración.<br />
El tío – Desde siempre fue una de mis ciudades favoritas. En el siglo XVIII reinó la<br />
máscara y el polichinela su personaje símbolo (Mira a <strong>Arlequine</strong>.) Cuenta Marcel Brión<br />
que un viajero famoso “mitad satírico mitad agente secreto, para obtener provechosas y<br />
divertidas informaciones”, escribió en su Espion Chinois, que “al entrar en esta ciudad<br />
se respira un aire de voluptuosidad, pernicioso para las costumbres. Todo son<br />
espectáculos, placeres y frívolas diversiones. Aquí se tiene el privilegio de cometer<br />
extravagancias durante seis meses del año”.<br />
Juan – Los franceses tuvieron la inteligencia, forma parte del genio galo, de enviar<br />
científicos y exploradores por todos lados en los siglos XVIII y XIX para descubrir de<br />
verdad el mundo, informarse de sus realidades geográficas, físicas y humanas.<br />
Existen libros, narraciones e informes de dichos viajeros, que son verdaderos legados<br />
para la historia. Crónicas y descripciones admirables. Alcide d’Orbigny sobresale con<br />
sus doce tomos de “Viaje a la América Meridional”, “El hombre americano” y otros.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Alexis de Tocqueville recorrió América septentrional, dejándonos un<br />
gran mensaje político sobre “La democracia en América”, imprescindible para<br />
conocer las instituciones, costumbres, sicología y “way of life” de los Estados Unidos<br />
de ayer, incluso hasta hoy, pues los americanos del centro son muy conservadores.<br />
Una nueva sociedad democrática, de masas, diferente a la Europa monárquica en<br />
que vivía. Este es uno de los gr<strong>andes</strong> cambios y transformaciones de la sociedad en<br />
el siglo XIX.<br />
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