Arlequine - andes
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Juan – Eso es lo que piensas tú porque crees que es así y que eres el mejor y el<br />
primero. Pero, discúlpame una vez más, todo eso y lo demás que dijimos e hicimos es<br />
teatro, ¿entiendes? (Deletrea.) TEATRO.<br />
El tío – ¿Qué dices tú <strong>Arlequine</strong>?<br />
<strong>Arlequine</strong> – Bueno, yo soy El autor, porque la verdad sea dicha <strong>Arlequine</strong> no existe.<br />
El tío – ¿Qué quieres decir con eso?<br />
<strong>Arlequine</strong> – Aquí los tres somos actores, intérpretes de una realidad, de nuestra<br />
realidad, si así lo quieres ver. Y lo que hicimos estas horas juntos fue una actuación<br />
de teatro. Espero que lo hubiéramos hecho bien representándonos a nosotros<br />
mismos. En busca de nuestra propia identidad y dentro de ella misma.<br />
Juan – Papini escribió sobre el diablo por converso, para ganar su salvación al final de<br />
la vida. Fue un maricón intelectual.<br />
El tío – Nadie puede negar que ustedes dos son seres humanos que fungen de<br />
actores de teatro, sin hablar de la fama y renombre que tuvieran personalmente, pero<br />
terminada la función, una vez afuera, son dos personas corrientes conocidas con sus<br />
nombres y apellidos conforme a su filiación civil, con cédula de identidad cada uno;<br />
Juan de profesor, un burgués fuera de la burguesía, y <strong>Arlequine</strong> millonario play boy. En<br />
mi caso con mayor razón. Vivo la eternidad, yo no acabo aquí, si bien es cierto que me<br />
he prestado a seguirles el jueguito de actor y hacer de El tío, mejor dicho del Diablo, en<br />
esta ocasión. Un día los recibiré en mis dominios…<br />
Juan – (Sonriente.) Pero acabamos de decir que más allá no hay nada y menos<br />
nadie, querido Tío. Nada ni nadie, (Mirando al público.) ¿queda claro? La vida acaba<br />
con la muerte, ¡eso es la muerte! Si quieres que sea tan crudo en decirlo. Además, es<br />
lo que nos caracteriza y nos unió en esta obra. Queremos demostrar y descubrir al<br />
mundo el “para qué” de la existencia, es lo que necesitamos saber. Lo que todos se<br />
preguntan, consciente e inconscientemente.<br />
El tío – Ridículo, son estupideces. De tamaño cósmico, que hemos descrito tantas<br />
veces. Entonces el “para qué” es la nada.<br />
Juan – Y la nada, nada no más, (menea la cabeza.) pero que a su vez asume el todo<br />
como dijimos al principio, pues es infinita. La finitud no existe, sería ponerle un abismo<br />
a la mente. N igual a T, es la ecuación del macrocosmos.<br />
<strong>Arlequine</strong> – ¡Así es!, precisamente: para nada. Tú lo has dicho.<br />
Juan – Sino pregunten a los dinosaurios. La vida no tiene explicación ni sentido. Se<br />
han ido hace millones de años, ¡y qué! Ahora nosotros estamos aquí, ¡y qué!<br />
El tío – El género humano no tardará tanto como ellos en desaparecer.<br />
Juan – Porque nosotros sí que somos destructores, contaminantes y perversos.<br />
El tío – (Se jala los pelos, irritado.) He perdido mi tiempo estas horas, he<br />
desempeñado un papel de ser el que ahora me dicen que no soy. Pero (se pellizca),<br />
¿y éste? No soy ficción, estoy aquí de carne y hueso. Me llamo El tío. Déjense de<br />
joder. Si les gusta más díganme Mefistófeles, o simplemente Mefisto.<br />
Juan – ¿No quieres entender que todo se lo debes a El autor? Él nos ha creado y<br />
traído aquí, nos ha hecho hablar, discurrir, pensar, viajar y todo lo que hemos visto,<br />
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