Arlequine - andes
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El tío – Que no sean viejas necesitadas, sino de media edad como en St.Moritz. Yo<br />
me encargaré que así sea. Ustedes confíen en mí pues conocen mis habilidades para<br />
complacer al doctor Fausto.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Precisamente lo que nosotros queremos. Nos cae al pelo. Tenemos<br />
que ir a la casa de máscaras que está en el centro, famosa por sus trajes y<br />
caretas que las fabrican ahí mismo para todo gusto en menos de seis horas. Los<br />
italianos son bastante conservadores y en estos casos hay que ir de etiqueta o<br />
con disfraces muy elegantes, tratándose nada menos del Gritti Palace.<br />
Juan – ¿De qué nos disfrazamos?<br />
El tío – <strong>Arlequine</strong> sabe el papel que representa y busca identificarse consigo mismo<br />
para hacerlo perfecto. Aquí nosotros somos personaje y actor.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Así es. En mi caso no puedo ser otro que yo mismo, de Arlequín. Al Tío<br />
tampoco hay que preguntarle. Con dos cuernos y una cola está a un lado. El que tiene<br />
que elegir es Juan. Haber Juan, ¿que te gustaría? ¿Cuál es tu otra cara?<br />
Juan – Por si acaso no me miren con apariencia del doctor Fausto. Yo todavía estoy en<br />
funciones y no requiero canjear mi alma, que como sabemos es entregar nada por algo<br />
lo cual es un engaño. Quid pro quo, señores. (Mirando directamente a El tío.) Como en<br />
estos casos hay que desinhibirse yo iré de Don Juan Tenorio, con capa y espada. No le<br />
temo al “Convidado de Piedra” del colega Tirso de Molina (Recita.): “No os quejéis de mí,<br />
vosotros a quienes maté; si buena vida os quité, mejor sepultura os dí”. Tengo la libido<br />
bien despierta y no he pensado en acudir a la viagra, cialis u otros afrodisiacos.<br />
<strong>Arlequine</strong> – La desgracia del inválido baronet sir Clifford como describe Lawrence en<br />
la primera versión de “El amante de Lady Chatterley”. De todos modos yo pienso que<br />
es mejor morir al pie del cañón.<br />
El tío – Se de muchos que murieron de infarto al corazón por abuso del tadalafilo,<br />
buscando buena erección para una actividad sexual satisfactoria.<br />
Juan – Llevo feliz cuarenta años de casado seguro de alcanzar las bodas de<br />
diamante.<br />
El tío (Burlón.) – Tu éxito está asegurado de antemano.<br />
Juan – Y la música. Como en toda Italia, Venecia tiene música en el aire que se<br />
respira. Tan importante como el teatro. La poesía y la música se unen en el deleite<br />
humano. La lista de los compositores barrocos es larga, al cual más exquisitos. Todos<br />
me subliman el espíritu. Acá la ópera es distracción favorita. El pueblo disfruta<br />
naturalmente del canto. Se enseña a tocar un instrumento y cantar desde niños y<br />
muchos colegios son llamados “jaulas de ruiseñores”, destinados a ser figuras del<br />
futuro.<br />
El tío – Goethe cuenta en su Viaje a Italia la impresión que le causaron los cantos de<br />
los gondoleros. En general los italianos, ni decir las italianas, son cantantes por<br />
naturaleza, con oído, voz y gusto muy finos y afinados. ¡Declaro a Italia mi Segunda<br />
Patria! Este pueblo tiene pacto conmigo.<br />
<strong>Arlequine</strong> – No se puede dejar de recordar algunos compositores mundialmente<br />
famosos. Son legión. Disculpen ustedes pero sería ofender a la cultura. Qué manera<br />
de producir genios. El barroco italiano del siglo XVI me llena de felicidad.<br />
El tío – Y la música popular, ni qué decir le canzoni napoletani. Llegan al infierno<br />
cantando a toda voz. A cappella.<br />
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