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Arlequine - andes

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El autor - Conozco uno que consiguió, incluso, salvarse de la hoguera. ¡Pienso,<br />

luego existo!<br />

El tío - ¡Hummmm! Para qué. Si estamos, estamos. Pero… ¡para qué! That is the<br />

question.<br />

Juan – Tema que también debemos tratar más adelante ex cáthedra pues tampoco<br />

está muy claro. Es materia más científica que filosófica o teológica y la Física cuántica<br />

ya logró bastante hasta la fecha pero queda mucho por descifrar aún, como la<br />

antimateria. Las dimensiones del mundo atómico, sus alcances y relación con el<br />

macro mundo. ¡Imagínense! Tenemos para rato.<br />

El autor – La duda trascendental está en el “para qué” de la existencia, de la vida,<br />

pues hasta donde yo sé esto no tiene sentido. No es tan difícil conocer el “por qué”,<br />

cómo somos y qué queremos, pero donde el conocimiento se torna infinito es en el<br />

cuestionamiento de una explicación racional, una solución real, valga la<br />

redundancia, la Razón misma del ser. Es entonces que la pregunta terrible,<br />

cósmica, vacía, es ¿PARA QUÉ? Epistemología pura.<br />

Juan – Corresponde al análisis probabilístico que es la moderna teoría del cuanto.<br />

Pues la dialéctica marxista que fue el método por excelencia se quedó atrás junto con<br />

toda la URSS, por lo que se esclerosó el sistema mientras Occidente nos maravillaba<br />

con un nuevo siglo, cuyas décadas fueron únicas para la ciencia. Empezó con el<br />

quark y la relatividad.<br />

El tío – Camarón que se duerme se lo lleva la corriente. Las partículas tienen la<br />

respuesta.<br />

El autor – Lo que pude observar en Moscú, que era lo más dinámico, imagínense<br />

como sería el resto de aquella vasta geografía, fueron el inmovilismo y la<br />

gerontocracia. Por el primero, con la falta de incentivos materiales efectivos, la gente<br />

dormitaba en su oficio sin importarle el vecino. Por la segunda se anquilosaban la<br />

inteligencia y la voluntad enervando toda fuerza innovadora.<br />

Juan – Así también desarrollamos la bomba atómica y el poder nuclear. Aquí todos<br />

somos responsables, con lo bueno y con el desastre.<br />

El autor – Lo importante y aceptable es que para esta duda trascendental no<br />

requerimos de las matemáticas ni de la física y la química, es fácilmente accesible<br />

al común de los mortales, sin complicaciones algebraicas y fórmulas de profundo<br />

desarrollo académico como pide Juan. Se trata simplemente de ejercitar y practicar<br />

con la razón, precisamente con aquello que caracteriza al hombre de las demás<br />

especies y le hace superior. Está al alcance de todos. Otra cosa es que no la<br />

practiquen y menos la apliquen. (Mirando al público, con energía.) ¡El pensar,<br />

señores, el pensar!<br />

El tío – Es como el sentido común, que es el menos común de los sentidos. El vulgo<br />

lo sabe. Lo que ocurre con el justo medio que no gusta establecerlo de verdad el<br />

momento oportuno. Surge el miedo.<br />

El autor - Ya Stephen Hawking, contemporáneo por añadidura…<br />

El tío (Interrumpe.) - Le conozco personalmente. Perdón, sigue.<br />

El autor – No importa. Decía… nos explicó el ser del tiempo y del espacio cósmico, en<br />

la forma más sencilla y creíble que puede haberse concebido con genialidad hasta el<br />

momento, pero el mismo Hawking no nos ha hablado sobre el para qué de todo ello.<br />

Es decir nos ha facilitado un viaje a las profundidades del tiempo y el espacio, como<br />

quien lleva de la mano para mirar uno de los entretenimientos de Disneyworld y luego,<br />

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