Arlequine - andes
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Juan – ¿Y el euro?<br />
El tío – Aun tiene camino por recorrer y al final siempre entre bomberos no se pisan la<br />
manguera. Entre banqueros peor aún. Los gr<strong>andes</strong> juegos financieros consisten en la<br />
cotización que fijan a su arbitrio los Bancos Centrales de los países poderosos<br />
(señala con la mano los rascacielos del fondo del escenario). Suben y bajan las tasas<br />
de interés que es el precio del dinero con lo que logran utilidades previamente<br />
calculadas siempre en contra de los asalariados, usuarios de servicios y rentistas. Así<br />
está organizado de maravilla el sistema económico. En futuras crisis no será de<br />
extrañar desconcertantes devaluaciones y revaluaciones entre el dólar y el euro, con<br />
los precios de materias primas en medio. La moneda feble se da hasta en las mejores<br />
familias, perdón, en las monedas más fuertes. Los demás que se jodan.<br />
Juan – El billete también es mercancía, commodity.<br />
El tío – Por supuesto, además fungible. Los bancos son los comerciantes del dinero,<br />
lo compran y lo venden. Otro centro de perdición (guiña el ojo) es la Bolsa. Donde los<br />
billetes se convierten y se rescatan por otros papelitos llamados esta vez acciones o<br />
valores. Aquí, mejorando las reglas, ganan sólo los gr<strong>andes</strong> en perjuicio de los<br />
bisoños y novatos. El pueblo observa y consume. Es el rol establecido para su<br />
subsistencia, donde cosecho a granel por todos lados. La delincuencia de cuello<br />
blanco es mayor de lo que todos imaginan. Odian pagar impuestos.<br />
Juan – Por todo esto, yo prefiero estar más cerca de la naturaleza. Me gusta el<br />
campo, donde hay paisaje de pradera o de montaña, no importa, pero aire fresco,<br />
limpio, que despeja y libera la mente. Con orgullo te puedo decir que soy un<br />
caminante. Ese sería un título que me gustaría recibir, que así me llamaran. Amo el<br />
césped, el herbazal, será que soy mas sentimental y, por qué no reconocerlo, un<br />
romántico. Me siento muy feliz con paz espiritual, el paisaje rural me llena de gozo.<br />
El bosque del septentrión en el otoño. Las cuatro estaciones. Respiro mejor (inhala<br />
fuerte).<br />
El tío – Inocente criatura. El autor te toma el pelo porque él se las sabe todas.<br />
Juan – También el mar, no tanto desde la playa porque está cerca de la gente. Desde alta<br />
mar, en barco. Cruzar el océano es un placer emocional muy intenso, como lo hice de<br />
estudiante. ¡Qué tiempos aquellos! O la tierra desde el avión. Lástima que el Concord dejó<br />
de volar porque eran mis vuelos favoritos aunque algo caros para mi bolsillo, al retorno de<br />
invitaciones a congresos en Europa. La comida a bordo la atendía el Maxim’s de París,<br />
era fantástico. De Nueva York a París llegaba un momento que a la velocidad de 2 Mach<br />
podía divisarse a la derecha la noche que empezaba a caer y a la izquierda el día<br />
siguiente. En fin, lo importante es reflejarse a si mismo en la soledad. “Lejos del mundanal<br />
ruido”, como dijo el poeta Jorge Manrique en las célebres “Coplas por la muerte de su<br />
padre”. (Recita):<br />
“Nuestras vidas son los ríos<br />
que van a dar en la mar,<br />
qu’es el morir…”<br />
El tío – Alejarse de los malos pensamientos (Sonríe.) A propósito, prontito habrán<br />
vuelos comerciales a 4 Mach.<br />
Juan – No precisamente. Quiero decir limpio de cuerpo y alma, no se si tú puedes<br />
entender esto (Con ironía.)<br />
El tío – No por ello te me escapas. (Moviendo la cabeza verticalmente en señal de<br />
amenaza.) ¡Ah!, el alma. ¿Qué sabes tú del alma? ¿Qué conoces del espíritu?<br />
Juan – Que no nos escuche <strong>Arlequine</strong>, así podemos discurrir con libertad de criterio,<br />
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