Arlequine - andes
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<strong>Arlequine</strong> – Lo que no podríamos es ser promiscuos, porque eso es retroceder a una<br />
condición animal. Hubiera sido incómodo hacer intervenir a tres mujeres para estar<br />
con nosotros tres. Primero nos hubieran mirado chueco calificándonos de parejas y<br />
ahí empezábamos mal, no hubieran creído de la existencia de una relación puramente<br />
intelectual y de amistad. “La mujer del César no sólo debe ser virtuosa sino también<br />
aparentarlo”. Segundo, nos señalarían de copiones del magnífico teatro del colega<br />
Luigi Pirandello, italiano por cierto, “Seis personajes en busca de autor”. Lo que atenta<br />
a mi creatividad.<br />
El tío – No confundir promiscuo con bacanal u orgía, por favor. Esto último es un<br />
refinamiento, aunque ocasional, muy necesario. Son saturnales. Al mejor estilo<br />
romano imperial, que nunca ha dejado de practicarse en todo tiempo y lugar, es solo<br />
cuestión de oportunidad y de estar invitado, por supuesto. Yo no me pierdo una. Aquí<br />
sí el silencio es sagrado, tanto por mantener las apariencias cuanto por un acuerdo<br />
social tácito, con mayor razón hoy en día que los homo, bi y transexuales exhiben en<br />
público el orgullo gay. Las lesbianas igual, por cierto. Además con todo derecho.<br />
Juan – Ya lo dijimos, libres de practicar el sexo como lo sientan y les venga en gana.<br />
Son gente mayor y por lo general fina y refinada. Siempre hay que admirar la<br />
inteligencia donde se la encuentre, como Mujeres Creando. Son muy originales.<br />
<strong>Arlequine</strong> – El talento brilla como el diamante, no abunda, es cierto, pero no es difícil<br />
reconocerlo. Incluso en su estado natural antes de cristalizarlo, quiero decir pulirlo.<br />
Conocí un embajador brasileño gay desinhibido muy inteligente, sutil y ameno, se<br />
sabía de memoria cualquier cantidad de óperas.<br />
El tío – Que dicen del genio. Que tiene la desgracia de estar tan alto que sólo lo<br />
reconoce la posteridad. Raras veces en vida, cuando no le califican de loco.<br />
Juan – Así es. Que nos perdone el género femenino por esta vez, pero la vida no<br />
termina aquí, quiero decir en esta función de teatro. Preveo que vamos a tener que<br />
seguir la zaga para completar un tríptico, cuando menos. Hasta el premio Nobel y la<br />
estatuilla dorada del Oscar, también (Burlón.)<br />
<strong>Arlequine</strong> – Lo que es el Príncipe de Asturias o el premio Planeta que es bien<br />
remunerado, olvídense, mientras dure la “monarquía constitucional”, que en los<br />
hechos es monarquía eclesiástica y militar. Feudalmente está casada con la Iglesia<br />
católica, apostólica y romana. ¡Qué pena! Mantienen la trilogía ideal autoritaria: Rey,<br />
Cardenal-Arzobispo y General. ¿Qué más pueden pedir? Es el “Pacto de la Moncloa”.<br />
Olé.<br />
Juan – Las Cortes (Parlamento) de coro griego. Como personas, la familia real me es<br />
simpática. Una excepción en la realeza europea para no decir Medio Oriente u otras<br />
en Asia y África que más bien son burdas satrapías. Es la Institución, la monarquía en<br />
sí misma, la que está demás en los tiempos modernos y debe desaparecer del mapa,<br />
como en Nepal. Son absolutismos hereditarios. Inaceptables en el raciocinio actual.<br />
¿Qué tal Tailandia? La antigua Siam es monarquía constitucional cuyo jefe de Estado<br />
posee una de las fortunas más gr<strong>andes</strong> conocidas de 50 mil millones de dólares.<br />
El tío - Eso sí, un país de hermosos templos y pagodas revestidos de oro.<br />
<strong>Arlequine</strong> – No pasa lo mismo con la monarquía inglesa, donde el príncipe<br />
heredero Carlos es bastante odioso pese a que pocos personajes conozco que<br />
poseen una distinguida elegancia y fineza naturales, sin afectación, en su manera<br />
de ser y actuar.<br />
El tío – Falta la fresa en el postre que se denomina democracia. Tienen el cinismo de<br />
jactarse de su práctica y ejercicio. ¿Qué les parece? Les doy hasta el siglo XXII como<br />
máximo. Y eso, porque la humanidad avanza como la tortuga, demasiado lenta. Las<br />
nuevas generaciones de jóvenes ya no reconocen esos privilegios de “sangre azul”.<br />
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