Arlequine - andes
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El autor – (Sin importarle la interrupción.) Cuando un ser querido fallece es absurdo<br />
tener el sentimiento de que nos quedamos solos porque solos estamos siempre, de<br />
comienzo a fin. El real sentimiento es la ausencia. El dolor verdadero. La soledad la<br />
tenemos desde el nacimiento y no debiera llamarnos la atención porque sabemos bien<br />
que moriremos solos. En cambio a lo que no estamos acostumbrados es a la ausencia,<br />
un sentimiento tan profundo como el otro, pero más grave, más hondo, porque es algo<br />
nuevo. Sean familiares o amigos. La soledad es endémica, la ausencia es una puñalada<br />
al espíritu… (Se para y baja al proscenio junto a los dos personajes, luce<br />
manifiestamente su traje y gorro de arlequín.)<br />
Álter ego – Quedamos solos sin nuestras compañeras de amor y de experiencias<br />
compartidas, de vida en común; lo que si bien es bastante frente a nuestro destino<br />
humano de consciente soledad, se torna grave por la ausencia y el vacío dejados que<br />
son tan íntimos y tan propios. Únicos, irremplazables, cuyo recuerdo se torna en<br />
tristeza profunda por lo mismo que nos acompaña y aumenta, crece, cada vez con<br />
mayor persistencia.<br />
El tío – Un momentito, que esos son campos de mi dominio. ¿Qué es el espíritu?<br />
¿Cuál su diferencia con el alma? Veamos. Que no son cosas para hablar así por así.<br />
Toda mi razón de existir se va en ello. (Da dos pasos adelante hacia el público.) Diría<br />
que para eso me inventaron (mirando de reojo al autor), así la doctrina cristiana me<br />
señale como uno de los tres enemigos del alma. Lo cual me tiene sin cuidado muy por<br />
encima del temor ajeno. A mi juego me llamaron aunque parezca esquizofrénico. ¿Se<br />
acuerdan del doctor Fausto? Fue el único que logró tomarme el pelo (con la mano<br />
izquierda se agarra la cabeza), pues me hizo creer que me entregaría su alma a<br />
cambio de los placeres mundanos que le otorgué, entre ellos la prolongación de la<br />
juventud con la potencia sexual para gozarla a plenitud. El fuego de la pasión.<br />
Juan - Sus romances con Margarita inicialmente y Helena en definitiva, son clásicos<br />
del romanticismo alemán.<br />
El autor - Todo un proceso de comprensión de la naturaleza debió madurar en el<br />
cerebro de Johann W. hasta concluir la primera parte, porque en la segunda alcanza<br />
las cumbres del genio y la sin razón.<br />
El tío (Decepcionado con cara de tristeza.) – Dejó a un lado toda su sabiduría y<br />
compostura para convertirse en un sátiro desenfrenado. Me sacó todo por nada.<br />
Me di cuenta demasiado tarde, cuando se estaba muriendo me miró<br />
profundamente agradecido y simplemente se murió, cerró los ojos. Su corazón dejó<br />
de latir. Yo no obtuve nada en cambio, me quedé esperando que de ese cuerpo<br />
inerte saliera algo pero no salió nada sino el mal olor de su descomposición, así<br />
que tuvieron que cremarlo rápido y tampoco de las cenizas obtuve algo que no<br />
sean cenizas.<br />
El autor (Irónico.) – Aquí falta El Coro para el canto funerario, que luego vendrá la<br />
sepultura.<br />
Juan – En verdad haces lo que te place y acomodas a Goethe, a Fausto, Helena y<br />
Mefistófeles como te viene en gana. Nadie te podrá señalar de plagiario. Mis<br />
cumplidos. Me temo que estás haciendo lo mismo con nosotros ahora en esta<br />
obra de teatro.<br />
El autor – Ustedes no se prestarían a un fraude literario, les tengo el mayor respeto.<br />
Nuestra trascendencia se deberá en estar libres de todo problema teológico. Aquí es<br />
donde calzamos la fama y el paradigma.<br />
Juan - Aunque las centurias pasen como el viento.<br />
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