Arlequine - andes
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El tío – En lo macro y en lo micro, la naturaleza se muestra igual. Es una sola. Les<br />
aseguro.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Aquí es necesario incorporar el origen y desarrollo de las primeras<br />
células, mejor dicho de las moléculas que forman los seres vivos teniendo en cuenta<br />
la atmósfera primitiva. Al estudio de la física hay que unir el conocimiento de la<br />
química orgánica. Estamos hablando de dos mil millones de años atrás. Dos teorías<br />
aceptadas y muy actuales coinciden en los elementos pero difieren en el lugar, la de<br />
Aleksandr Oparín señala el mar en general y la otra de John Corliss el fondo<br />
oceánico. Se trata de la aparición de las moléculas básicas que formaron los seres<br />
vivos, en la “sopa primordial”. Ahí intervienen los bioelementos.<br />
El tío – Es difícil imaginar y tomar conciencia de dos millardos, es decir, dos mil<br />
millones de años. Debo confesarles que para mí también. No somos nada.<br />
<strong>Arlequine</strong> - Volvemos al libro que transformó el mundo moderno y trata de ser<br />
ignorado pese a su carácter de Biblia del saber: “On the origen of species by Means of<br />
Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life”<br />
(1859), del genio del siglo XIX Charles Darwin.<br />
El tío - Todo honor a Darwin, que transformó la Creación en Evolución.<br />
Juan y <strong>Arlequine</strong> (Juntos) - Todo honor a Darwin, que descubrió la selección natural.<br />
Juan – Después de mil novecientos noventa y nueve millones novecientos mil años<br />
aparece el homo sapiens al que la ciencia, mediante el carbono 14, apenas le<br />
reconoce cien mil años, o sea que estamos muy cerca, así de pocos, de su, podemos<br />
decir, nuestra, presencia en la tierra, paralela con el chimpancé, aceptado como el<br />
pariente más cercano a la especie humana. Por supuesto algo diferente, por la<br />
evolución de unos novecientos mil años en medio.<br />
El tío - El eslabón perdido hay que buscarlo en el agujero negro que existe entre la<br />
sin razón y la razón.<br />
<strong>Arlequine</strong> - También con la ballena y el delfín en cuanto a inteligencia elemental se<br />
refiere.<br />
Juan - Son recientes descubrimientos en biología genética, a pesar de los pañales.<br />
El tío – Cada uno con su pareja. La Naturaleza los procrea de a dos, sólo hay<br />
hermafroditas en pocas especies vegetales.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Algo inimaginable. Fantástico. Extraordinario (Mira al público.) ¡Es la vida!<br />
Juan – Con él. Hablamos del homo sapiens, surge al fin el raciocinio, entre las<br />
funciones del cerebro con sus tres mil millones de neuronas intercomunicadas entre<br />
si. Se supone que hay jerarquía estricta entre ellas, de inferior a superior. En cambio<br />
el alma, así llamada, es el aura que producen ambos dos, materia y espíritu juntos, en<br />
el camino, pero Inerte la materia, desaparece el espíritu y, por tanto, el aura, eso que<br />
mal llaman, por no tener otra explicación, el alma.<br />
El tío – Y desaparece también la razón propiamente dicha, lo que hace “sapiens” al<br />
hombre, que no es una causa sino un efecto. Vamos por orden de aparición: materia,<br />
energía, espíritu, razón (llamemos raciocinio). Total aura (igual alma). O sea que los<br />
animales y las plantas tienen alma. Es algo que me interesa.<br />
<strong>Arlequine</strong> - No dejan de tenerla, diríamos más propiamente. Mientras se mantienen<br />
vivos.<br />
Juan – En la forma como he explicado, por supuesto. Todo ser vivo así sea<br />
extraterrestre en el confín del universo. Basta que la materia cobre energía para que<br />
tenga vida y con ello espíritu, por tanto también alma. Otra cosa es el pensamiento y<br />
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