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Arlequine - andes

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El tío – La circunstancia no daba para más. Gracias a la confesión, sobretodo de las<br />

mujeres, de los niños y adolescentes, se enteran de todos los secretos que pudieran<br />

haber ese momento en la sociedad y así se develan conspiraciones u otros hechos<br />

que terminan en conocimiento de los servicios de inteligencia internacionales que,<br />

dando la vuelta el mundo, acaban siempre en beneficio del statu quo y la clase<br />

dominante locales.<br />

Juan – La confesión es el arma más poderosa para mantener vigencia e imperio.<br />

Es información de primera mano, perdón, quise decir de primera voz. Lo del<br />

secreto de confesionario es una buena mandarina, que sirve para cubrir y disfrazar<br />

la genial infidencia e hipocresía. La información es el comodín de la victoria.<br />

El tío – Para eso la Iglesia tiene un cura en cada pueblo por muy distante y pobre que<br />

sea. Son los agentes de comunicación permanente, actualizada, “en vivo y en<br />

directo”. Jamás han necesitado del celular.<br />

Juan – Además de presencia activa, prepotente y abusiva, en todo sentido. Exigiendo<br />

aprender de memoria el catecismo y las oraciones, a los niños por supuesto, a las mujeres<br />

con el rosario y hasta a los viejos. Con derecho de pernada tradicional, sirviñacu incluido.<br />

El tío – No olvides que llevan dos mil años de imperio sobre “las almas” terrestres, lo<br />

que quiere decir en otras palabras, sobre los cuerpos físicos que es lo que al final más<br />

importa.<br />

Juan – Entre tanto pierden el cielo.<br />

El tío – Otra pregunta que preferí callar y ser prudente, se refería más directamente a<br />

mi.<br />

Juan – ¿Cuál? ¿Te hubieras atrevido? Quizá yo pueda absolvértela mejor.<br />

El tío – En realidad, era para celebrar, pues el Papa Benedicto XVI que es un teólogo<br />

alemán de gran prestigio, ha reconocido públicamente la existencia del infierno y, por<br />

supuesto, de que no está vacío, aparte de mi reinado, se entiende.<br />

Juan – ¡Ja, ja, já, já! Eso me hace reír, es lo que faltaba.<br />

El tío – De verdad. Mientras tú y El autor acá lo niegan y yo me tengo que hacer el del<br />

otro viernes, desentendido, el Vaticano oficialmente lo reconoce y admite. Nada<br />

menos que en la voz del infalible que es el Sumo Pontífice romano.<br />

Juan – Discúlpame pero debo recordarte que estás representando una obra de teatro.<br />

Estás aquí porque El autor te ha supuesto. Pregúntaselo directamente, con confianza.<br />

El tío – Lo evidente es que una vez más lo han confirmado, cosa que nunca debieron<br />

poner en duda siquiera. El Papa Juan Pablo II, su predecesor, en 1999 observando<br />

ya los cambios de pensamiento hacia el nuevo milenio, corrigió el concepto<br />

tradicional del infierno.<br />

Juan – ¿Qué dijo? No recuerdo haber leído la noticia.<br />

El tío – Le dio la vuelta inteligentemente al concepto. Declaró que “el cielo” no era un<br />

lugar físico situado entre las nubes y que, por tanto, “el infierno” tampoco era un<br />

lugar propiamente dicho, sino “la situación de quien se aparta de Dios” y, además<br />

aclaró que “el purgatorio” era un estado “provisional de purificación”. Es decir<br />

trasladó el cosmos a lo que podríamos llamar “estados de conciencia” que nada<br />

tenían que ver con ubicaciones terrenales. ¿Qué te parece?<br />

Juan – Fue lo adecuado para hacer tragar la píldora a las generaciones del siglo XXI.<br />

El Papa Ratzinger, como teólogo germano, es un cavernario troglodita en el<br />

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