Arlequine - andes
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Juan – Aquí sí la palabra globalización está bien usada y requerida y no como<br />
sinónima de neoliberal que clonadas impusieron desde el Consenso de Washington<br />
un nuevo sistema de dominación imperial, en beneficio de las corporaciones<br />
transnacionales. Retrocediendo en el desarrollo y justicia sociales al siglo XIX en vez<br />
de avanzar con el XXI. Incluso diría que somos de los pocos quijotes, sobrevivientes<br />
de la idea.<br />
<strong>Arlequine</strong> – La presión del agua contenida romperá los diques de esta centuria que<br />
amenaza desde el principio con el uso de armas nucleares en la resolución de<br />
conflictos.<br />
Juan – No faltan locos “iluminados” que con o sin razón buscan exterminar al otro.<br />
Peor si hay odios atávicos y gr<strong>andes</strong> intereses de por medio. La humanidad no<br />
cambia. Irán-Israel penden de un hilo.<br />
El tío – En eso estamos. Por lo que somos conscientes seguidores de <strong>Arlequine</strong>, El<br />
philosophe. El que mira encima del bosque, detrás de la montaña. Mas allá del bien y<br />
del mal. Incorruptible en las ideas y en el bolsillo. El buscador de la Verdad.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Gracias. Muchas gracias. (Dirigiéndose a El tío.) Con Aristóteles diré “La<br />
divinidad que está en ti”.<br />
Juan – (En voz baja, para si.) Eso se llama adular la vanidad. (Mirando a El tío.)<br />
Mefistófeles en persona en pleno acoso.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Es el tema capital de esta nuestra obra y actuación. ¿Sinó que hacemos<br />
aquí? Los tiempos del teatro existencial y del absurdo ya pasaron sin pena ni gloria,<br />
quizá con algo más de gloria que pena, porque respondieron a una época que<br />
acertadamente se llamó “el tiempo del desprecio”. De sufrimiento, frustración y<br />
decepción de vida para quienes padecieron las dos guerras mundiales del siglo XX.<br />
Sartre, Camus, Ionesco, Beckett, entre los más destacados colegas que recuerdo.<br />
El tío – Fueron temporales en cuanto al absurdo. Pero nos transmitieron la vivencia de<br />
su tiempo.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Respondieron a una población hambrienta de pan y de algo nuevo,<br />
desesperada de olvidar el pasado. Frustrada. Amargada. Ese era su público. Hoy el<br />
teatro estaría vacío si representan “Esperando a Godot”, no tendría sentido ir a verla y<br />
menos tratar de entenderla. En todo caso lo rescatable y grande de ellos está en su<br />
filosofía existencial que es para todo tiempo, es decir el cuestionamiento del problema<br />
de fondo, el ser como destino.<br />
Juan – Así como la escuela que nos legó Bertolt Brecht y su gran teatro alternativo en<br />
el “Berliner Ensemble”. Dreigroschenoper, “La ópera de tres centavos”, fue estrenada<br />
en 1928 y para siempre. Un innovador en su momento, como nosotros.<br />
<strong>Arlequine</strong> – Otro genio fue el noruego Henrik Ibsen, figura finisecular del XIX que<br />
evidencia dramáticamente la mediocridad social. Por lo demás, el teatro está en crisis<br />
para la altura del siglo XXI en todos los idiomas. Esta primera década del milenio tiene<br />
derecho a exigir algo novedoso y más inteligente. En Avignon, Francia, o en el teatro<br />
independiente de Buenos Aires puede que aparezcan ideas post modernas, pero<br />
maduras. Este tiempo ha sido avasallado por los guiones cinematográficos y, peor,<br />
por las telenovelas. Lo que no pudieron la ópera ni el ballet, que mantuvieron su<br />
jerarquía y distancia filial.<br />
Juan – El chileno Marco Antonio de la Parra, apodado “El Monstruo”, es digno de<br />
tomársele en cuenta como representante del nuevo teatro latinoamericano en los<br />
últimos treinta años. Exponente finisecular y adelantado del siglo XXI. Algo onírico, en<br />
retorno al absurdo cuando América es la esperanza.<br />
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