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Arlequine - andes

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con independencia, sin presiones. (Se ponen a caminar por la calle lateral 11 de<br />

Marzo.)<br />

El tío – Si, es un entrometido que se cree dueño de la razón y con ella de la verdad.<br />

Porque es El autor de nuestra representación y presencia en este tablado. Es al único<br />

que temo, en éste y en todos los otros mundos imaginables. Nos maneja a su arbitrio<br />

con los dedos desde la PC. Yo me revelo. Se aprovecha y beneficia con todo lo que<br />

hacemos aquí, incluido él mismo. Sólo falta que le ponga su nombre a esta obra de<br />

teatro, pues sé que nos está grabando.<br />

Juan – Me sorprendes. Yo te miraba a ti con mayor desconfianza.<br />

El tío – De mi no tienes nada que temer, es de él que ambos dependemos. Yo<br />

solamente puedo influir en ti (lo mira disculpándose.) Por supuesto relativamente,<br />

porque ese tu agnosticismo me subleva, me irrita y a ratos quisiera matarte. Disculpa<br />

mi franqueza pero así debe ser entre amigos. (Mira con gesto interrogante.)<br />

Juan – No creas que te será fácil. A mi me defiende el pensamiento. Y la razón,<br />

también, por supuesto. Es lo que nos une a los tres si no te dista cuenta, donde tú<br />

eres el más débil.<br />

El tío – ¿Yo? ¿El más débil?<br />

Juan – Eres pura ficción, en la realidad tú no existes y sólo sirves para asustar a los<br />

niños con tu figura de diablo. O para crearte como personaje de teatro, como está<br />

ocurriendo entre nosotros. De otro modo nuestros diálogos serían aburridos.<br />

Aprendemos mucho de tu experiencia. Te necesitamos.<br />

El tío – Bueno, ¡sí! Yo le debo mi existencia, que no es tu caso. El puede matarme y<br />

hacerme desaparecer de la obra, de este teatro que representamos; del mapa y de la<br />

vida el rato que quiera. Estamos en sus manos (hace señas de escribir).<br />

Juan – Por eso alejémonos de allí (señala la calle de donde salieron.) Estaremos<br />

tranquilos por lo menos un rato, que de ningún otro modo podemos escapar. Hay que<br />

ser realistas.<br />

El tío – ¿Y si nos adelantamos y le matamos nosotros?<br />

Juan – Eso podemos ver más adelante. ¿Te parece?<br />

El tío – Oportunamente. En la hoguera, como a Juana de Orleans (Burlón.)<br />

Juan – Sería volverlo mártir. Ten calma, ahora lo necesitamos hasta el final. No sólo<br />

por sobrevivencia sino también en escena. Hay un camino por recorrer juntos. Pero tú<br />

tienes la ventaja de la muerte y con ella la oscura eternidad. Seguirás preocupando a<br />

la gente aun después de que terminemos esta representación. Nos aventajas<br />

demasiado, la eternidad es tuya, imagínate lo que es eso. Para nosotros los pobres<br />

mortales la muerte no existe. Nacemos, vivimos, morimos y eso es todo. Ésa nuestra<br />

fatal trinidad. Nada en el más allá. Las religiones la inventaron por su propia razón de<br />

ser. Se juegan el todo por el todo.<br />

El tío – ¡Ajá! De eso hablaremos con <strong>Arlequine</strong> presente, pues aunque él me saque<br />

del teatro, yo seguiré vivo y él sí estará bien muerto. ¡Ja, ja, ja, ja!<br />

Juan – Sin saber por qué ni para qué estamos aquí. Lo repetiremos hasta el<br />

cansancio, pues el grueso público cree en la reencarnación y la vida eterna. Ni decir<br />

los musulmanes a los que se les hizo creer que les espera un tiempo de orgías y<br />

placeres que no conocieron. De ahí sus terroristas y voluntarios suicidas a granel,<br />

menos los dirigentes por supuesto.<br />

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