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-^Con toda mi alma, respoudio la
coadesa Isabel.
— Yo creo como iú , sobrina , le dijo
la tía, que el jóvea tieae buenas iatencioaes;
pero piensa que es contravenir á las
instruccioaesdel rey Luis , quien nos las
repitió lautas veces y coa la uto empeño.
— ¿Y porque hemos de teaer tanto
respeto á sus iaslruccioacs? dijo Isabel.
Gracias al Cielo, yo no soy su vasalla.
Páseme bajo su protección, y ha abusado
de la confianza que m« empeñó á
depositar ea el. No quisiera agraviar a
este joven vacilaado ua momento ealre
su palabra y las órdeaes de aquel astuto y
egoisla tirano.
— ¡Recompénseos el Cielo por lu que
acabáis de decir! esciamó el eaagenado
Durward. Si ao me hiciese digao de la
confianza que tenéis la boadad de depositar
ea mí, merecerla que cuatro caballos
despedazasen mis miembros ea esle