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sa la situación de este digao Prelado?
preguntóle Quintín con inquietud.
— ¡Ay , hijo mío ! respondió el buen
Franciscano; ¿existe alguna cosa en este
mundo perecedero , que no debamos
considerar como ceñida de'precipicios?
Pero no por esto he querido significar
que el digno Prelado se halle en apuros.
Tiene bien provista tesorería, fieles c-onsejeros
, y valientes soldados ; á mas de
eslo, un mensajero (jiie se dirigía al
Oriente, y pasó ayer por aípií , aos dijo
que el Duque, á inslancia del Obispo, le
habia enviado cien ginetos que coa el
séquito corres^poadiente á cada lan/a
componen una fuerza suficiente para resistir
á Guillermo de la Marck, ¡cuyo
nombre infamado sea I Amen !»
Su conversacioa fue interrumpida ea
este instante por el sacristán, que con
voz casi ahogada j)or la cóleía , acusó
ú\ gilaao do haber hecho las mas abo-