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Quintín que no había cosa vituperable ca
una conducta que parecía traerle cuenta.
Pero este escrúpulo fue reemplazado
por otro que era de peor digestión. El
traidor Hayraddin habia pasado en la habitación
de las dos damas, según los cálculos
de Durward , como cosa de cuatro
horas ; y reflexionando acerca de la desfachatez
algo ambigua con que se había
gloriado de ejercer el mas interesante
influjo sobre el destino de Quintín , empezó
á recelar (jue toda esla aventura no
fuese una nueva maquinación suya , con
el objeto quizás de arrancar á Isabel del
asilo que le aseguró la protecion del digno
Prelado. Era este un negocio que merecía
muy detenido examen , pues Durward
miraba á esle miserable con una
aversión proporcionada al descaro con
que confesó su perfidia ; y no podía llegarse
á persuadir que ningún asunto en
que tomase parle , pudiese tener feliz y
honroso éxito.