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— Quiero lo que quiere lodo el mtín
do , V nadie cree teaer bastaale ; quiero
lo cpie me es debido , diez coronas de
oro, por haber servido de guia á esas
señoras desde Turs aquí.
— ¿Y como te atreves á pedirme otra
recompensa que la de perdoaarlc tu iadigaa
vida? Ya sabes que lu intento era
venderlas por el camino.
— Pero no las vendí : si lo hubiese verificado
, ao seria por cierto á vos al á
ellas á quien pedirla yo mi salario , siao
al qjie hubiera podido aprovecharse de
su pasaje [)or la orilla derecha del Mosa.
Los que baa recibido mis servicios son
los que deben pagarme.
— ¡Perezca lu salario contigo , briboa!
esclamó Durward contí'uclo el diaero
que reclamaba , pues eu calidad de mayordomo
se le habia eatregado lo necesario
para pagar ios gastos del viaje. Vete
á encontrar ni Jabalí de las Ardenas ,