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oído. Por amor de Dios, salvad al du­
que de Orleans. •
— Gomo!... qué decís i esclamó el
Comandante de la Guardia escocesa.
Fuerza es que el diablo ande aquí... Esto
va á perderle para siempre.
— Nada me preguntéis , respondió
Dunois , pues este era el personaje con
quien peleara Quintín : yo solo soy el
culpable, yo únicamente. Vedle que da
una señal de vida. Todo mi objeto se reducía
á apoderarme de la Condesita , y
asegurarme su mano y sus posesiones.
Ved cual ha sido el resultado. Mandad
alejar vuestra gente , para que nadie
pueda conocerle. «
Diciendo esto, alzó la visera del duque
de Orleans, y echóle en la cara agua
del lago que se hallaba á dos pasos.
Durward , para quien se sucedían las
aventuras con tal rapidez, no podía volver
en sí de admiración. El pálido ros-