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l)l< í...era la que tanto deseaba salvar; era
la condesa Isabel. Apretóla contra su corazón,
suplicóla que se alentara, que se
entregase á la esperanza , pues tenia á su
lado uu hombre cuyo valor y brazo la
defenderían contra un ejército entero.
«¿Sois vos, Durward? esclamó por
fin volviendo en sí ¿Con que puedo
tener alguna esperanza ?... Yo creía que
todos mis amigos me habían abandonado
á mi desgraciado destino. ¿No os sejíararéis
de mí, no es verdad ?
— j Jamás , jamás! contestó entusiasmado
Durward. Venga lo que viniere :
amontónense sobre nosotros lodos los
peligros ; antes pierda la felicidad que
nos promete esa sania imagen, si no participo
de vuestra suerte hasta que se torne
mas feliz.
— j* Muy patético , muy interesante á
la verdad ! dijo una voz fatigada y asmática
á sus espaldas; uu paso de amor