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— Vamos, dijo Marta, con vuestro
permiso , ao ha de sufrir niagun atropellamíento
: ya sabéis que gasto cuchillo ,
y que sé manejarle tan bien como vos.
Esa es una buena muger , aunque algo
loquilla. Vamos , señora , levantaos y seguid
nuestros pasos. Es verdad qae ha habido
uaa equivocación ; pero algo es el
haber salvado la vida y alguna cosita
mas. Apuesto á que hay personas allá
dentro, que darían todo lo que poseen
j>or hallarse en nuestro lugar. »
Luego que hubo dicho eslas palabras ,
oyéronse nuevos clamores en el castillo
de Schonwaldt , entre los cuales pudieron
distinguirse festivas aclamaciones
[)or la victoria , y gritos de terror y desesperación.
« Oid , dijo Hayraddin , y felicitacs
de no canlar en esa academia. Tened
confianza en mí , y os trataré como corresponde
; los asiros no fallarán á su pa-