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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Yo también conseguí ayudar a misa. No fue cosa fácil, porque el herrero se hacía rogar. Lo<br />

conseguí un día que lo sorprendí en la puerta <strong>de</strong> la Iglesia; dirigí a él mis ojos con mirada<br />

tan suplicante, que por fin cedió.<br />

Ayudar a misa era una tarea que los <strong>de</strong>más envidiaban. <strong>Se</strong> aprendía bel<strong>las</strong> frases latinas;<br />

se podía tocar la campanilla casi a voluntad y se podían poner a prueba <strong>las</strong> fuerzas propias<br />

en el traslado <strong>de</strong>l misal. Especialmente los días festivos, esto resultaba un magno<br />

acontecimiento. Entonces vestíamos sotanas bel<strong>las</strong> y fajines <strong>de</strong> seda roja. Durante la<br />

<strong>Se</strong>mana Santa, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l Gloria <strong>de</strong>l jueves, recorríamos <strong>las</strong> calles con una carraca para<br />

anunciar el ángelus, porque a partir <strong>de</strong> aquel momento <strong>las</strong> campanas no podían sonar<br />

más. Todas el<strong>las</strong>, en efecto, se habían ido a Roma, si era verdad lo que se nos <strong>de</strong>cía.<br />

Sufrí mucho en aquella capilla. Tenía un viejo altar <strong>de</strong> estilo barroco presidido por un<br />

cuadro <strong>de</strong> Cristo crucificado, <strong>de</strong>snudo hasta la cintura. Yo creía que era una irreverencia<br />

contemplar el ombligo <strong>de</strong>l <strong>Se</strong>ñor y apartaba avergonzado mis ojos <strong>de</strong>l cuadro. Pero era tan<br />

gran<strong>de</strong> y estaba tan céntricamente situado que siempre mis ojos tropezaban con él. Fue<br />

un gran combate el que hube <strong>de</strong> librar. No es que la imagen produjera en mí la menor i<strong>de</strong>a<br />

sexual; pero el temor <strong>de</strong> mirar a Jesús con miradas poco castas me llenaba <strong>de</strong> espanto y<br />

<strong>de</strong> turbación. Llegué incluso a sentir repugnancia física en la boca y hasta en el estómago.<br />

Nunca revelé a nadie esta angustia. Como una muda bestezuela aguanté diariamente<br />

estas ansieda<strong>de</strong>s y estos tormentos. ¿Pasaron otros por esta misma experiencia? Lo<br />

ignoro.<br />

Yo era <strong>de</strong> un talante muy religioso. Recuerdo que un día, el más pequeño <strong>de</strong> mis<br />

hermanos se mofó <strong>de</strong>l Nombre <strong>de</strong> Jesús. Estaba tendido sobre la cama, porque aun no iba<br />

a la escuela. Juzgué espantoso su atrevimiento. ¿Cómo osaba hablar así? Le hice vivos<br />

reproches pero él continuó la burla, irreverente, sin inquietarse por mis palabras. En otra<br />

ocasión en que me hallaba jugando con un mozalbete <strong>de</strong> mi misma edad, al ver que tenía<br />

todas <strong>las</strong> <strong>de</strong> per<strong>de</strong>r, lancé <strong>de</strong>fectuosamente la bola. Irritado pronuncié un juramento.<br />

<strong>In</strong>mediatamente, me encogí aterrado. Mi compañero observó mi abatimiento, y aunque él<br />

tenía la costumbre <strong>de</strong> jurar hasta b<strong>las</strong>femar pareció adivinar que una simple palabrota era<br />

para mí mucho más terrible que para él una grosera b<strong>las</strong>femia. <strong>Se</strong> me acercó y mirándome<br />

me dijo: A pesar <strong>de</strong> sus frecuentes b<strong>las</strong>femias no pu<strong>de</strong> replicarle.<br />

Creí que Dios me habló por su boca y comprendí que era grosero, vulgar y feo jurar por<br />

una simple jugada <strong>de</strong>safortunada.<br />

Yo no era mejor ni peor que los <strong>de</strong>más, pero tenía una conciencia muy sensible al pecado.<br />

Des<strong>de</strong> luego aspiraba sinceramente a la santidad, especialmente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber<br />

leído varias vidas <strong>de</strong> santos. Tras la lectura me volvía extremadamente servicial y<br />

obediente. Hacía el signo <strong>de</strong> la cruz con mucho respeto y compostura.. Ayudaba a mi<br />

madre en su trabajo y or<strong>de</strong>naba el granero. Un día en que me hallaba trabajando en<br />

él a la hora <strong>de</strong>l ángelus, sonó la campana <strong>de</strong> la Iglesia. Antiguamente existía la<br />

costumbre <strong>de</strong> suspen<strong>de</strong>r en esos momentos el trabajo para elevar al cielo una<br />

plegaria, pero la costumbre había caído en <strong>de</strong>suso y yo la conocía sólo a través <strong>de</strong> la<br />

lectura <strong>de</strong> los libros piadosos. No obstante, en aquella ocasión interrumpí mi trabajo,<br />

uní mis manos y, sentado sobre un saco <strong>de</strong> harina recité una oración. En general<br />

esos periodos <strong>de</strong> extrema piedad no eran muy perdurables. Una mofa por parte <strong>de</strong><br />

alguno <strong>de</strong> mis hermanos bastaba para <strong>de</strong>rribar por tierra, como un castillo <strong>de</strong> naipes,<br />

todas mis buenas disposiciones en este sentido.<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 11 Herman J. Hegger

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