Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />
había cesado todavía. No había pensado, sobre todo, en <strong>las</strong> consecuencias prácticas<br />
que se seguirían a mi salida.<br />
Recorrí nerviosamente los corredores <strong>de</strong>l convento y <strong>las</strong> avenidas <strong>de</strong> su jardín. Mi<br />
tensión interior no cesaba <strong>de</strong> crecer y me asaltó un estado <strong>de</strong> excitación tal que me<br />
era imposible razonar. Finalmente, transcurrida media hora, puse fin a aquella<br />
intolerable situación y, por teléfono, comuniqué a mi Provincial que, sin nada que<br />
objetar, aceptaba mi nombramiento. Me concedió entonces un mes <strong>de</strong> vacaciones y<br />
la autorización para pasar<strong>las</strong> con mi familia.<br />
El 14 <strong>de</strong> julio partí <strong>de</strong> Amberes en el barco . La partida fue muy dura.<br />
No volvería antes <strong>de</strong> diez años y, ¡cuántas cosas podrían suce<strong>de</strong>r durante ellos! La<br />
agitación <strong>de</strong>l puerto me había fatigado. Tardamos mucho tiempo en encontrar el<br />
buque y el sol me había dado <strong>de</strong> lleno sobre el rostro. Pero, ciertamente, este<br />
cansancio mo<strong>de</strong>ró la violencia <strong>de</strong> mis sentimientos.<br />
El barco se alejó lentamente <strong>de</strong>l muelle. Era el fin <strong>de</strong> todo un pasado agitado porque<br />
este suceso dividiría mi vida en dos y me haría salir <strong>de</strong> mi in<strong>de</strong>cisión. Hasta entonces<br />
no había osado encararme seriamente con la resolución <strong>de</strong> abandonar la Iglesia,<br />
Aunque había perdido en los últimos cuatro años, mis creencias católicas, rehuía<br />
siempre semejante resolución.<br />
Me parecía imposible abandonar mi Iglesia; no creía tener valor para hacerlo algún<br />
día. Una <strong>de</strong>cisión tal entrañaba para mi <strong>de</strong>masiados y gran<strong>de</strong>s sacrificios. Me costaría<br />
tales tensiones íntimas y tal conflicto sentimental que quedaría agotado.<br />
En mi viaje a Brasil esta cuestión se impuso, sin embargo, a mi espíritu. En la<br />
soledad, en pleno océano, <strong>de</strong> cara a un porvenir enteramente nuevo, una voz se<br />
elevó en mí y me acusó <strong>de</strong> cobardía: . Comprendí que <strong>de</strong>bería tomar una<br />
<strong>de</strong>cisión. Esta continua oscilación acabaría siendo insoportable.<br />
Afronté, pues, con todas mis fuerzas, la eventualidad <strong>de</strong> mi salida <strong>de</strong> la Iglesia. Este<br />
<strong>de</strong>bate me fue tan penoso que renuncié a reflejar en estas líneas el sufrimiento que<br />
me causó. Sólo un sacerdote que haya pasado por la misma prueba, pue<strong>de</strong><br />
compren<strong>de</strong>rme plenamente.<br />
Debía abandonar la Iglesia en la que había crecido, la Iglesia <strong>de</strong> mi juventud; la<br />
Iglesia que había amado y por la cual había combatido; la Iglesia por la que quería<br />
sacrificarlo todo, hasta aceptar incluso el martirio. Debía también renunciar a mi<br />
sotana que me había proporcionado muchas alegrías. Con ella me sentía un ser <strong>de</strong><br />
vocación elevada. Ella se había convertido en parte <strong>de</strong> mi persona. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />
<strong>de</strong>bía vestirme con un simple traje burgués me parecía una profanación. Nunca más<br />
celebraría misa ni escucharía confesiones. Jamás asistiría a los moribundos<br />
ungiéndoles con la Extrema Unción. El carácter sagrado <strong>de</strong> mi persona <strong>de</strong>saparecía,<br />
aunque según la doctrina romana, el sello invisible <strong>de</strong> mi sacerdocio permanecería<br />
impreso para siempre en mi alma. Me convertiría en un ser profanado; mis manos<br />
consagradas serían en a<strong>de</strong>lante manos vulgares. Y ¿qué diría mi familia? Para mi<br />
madre, sobre todo, ¿qué significaría mi <strong>de</strong>cisión? ¿Mi piadosa madre se había sentido<br />
tan dichosa el día <strong>de</strong> mi consagración sacerdotal! Ella misma había pensado durante<br />
mucho tiempo entrar en un convento. Había orado mucho para conocer la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong><br />
Dios sobre este punto y, finalmente, había estimado que Él la <strong>de</strong>stinaba al<br />
<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 58 Herman J. Hegger