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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Capítulo VI<br />

Las manos ungidas<br />

En agosto fuimos consagrados sacerdotes. Des<strong>de</strong> enero nos habíamos ejercitado en<br />

los múltiples ritos <strong>de</strong> la misa. Las prescripciones a que <strong>de</strong>be someterse el celebrante<br />

son minuciosas en extremo.<br />

Por ejemplo, durante una <strong>de</strong> <strong>las</strong> oraciones que se hacen al principio <strong>de</strong>ben situarse<br />

<strong>las</strong> manos a la altura <strong>de</strong> los hombros, sin que los <strong>de</strong>dos sobrepasen su nivel. Aquel<strong>las</strong><br />

<strong>de</strong>ben inclinarse luego sobre el pecho y los <strong>de</strong>dos, el pulgar incluido, <strong>de</strong>biéndose<br />

mantener estrechamente juntos.<br />

<strong>Se</strong> distinguen tres inclinaciones <strong>de</strong> cabeza: una muy leve, al santo <strong>de</strong>l día; otra, con<br />

breve inclinación <strong>de</strong> los hombros, al nombre <strong>de</strong> María, la Madre <strong>de</strong> Jesús; y la<br />

tercera, muy profunda, se hace siempre a la Cruz. Existen también dos diversas<br />

inclinaciones <strong>de</strong>l cuerpo una mediada, en el momento <strong>de</strong>l Agnus Dei y otra profunda,<br />

durante el Confiteor o confesión <strong>de</strong> los pecados.<br />

Estas son pequeñas muestras, elegidas entre una multitud <strong>de</strong> normas litúrgicas<br />

llevadas hasta el mínimo en sus <strong>de</strong>tal<strong>las</strong>. Admitirá, pues, sin dificultad el lector que<br />

nuestro adiestramiento requiriera meses, pues no era cosa <strong>de</strong> usar el ritual en la<br />

celebración <strong>de</strong> la misa, porque hubiera durado entonces horas enteras. Todos los<br />

movimientos <strong>de</strong>bían suce<strong>de</strong>rse rítmicamente y automáticamente.<br />

Al fin, llegó el gran día <strong>de</strong> la or<strong>de</strong>nación, el 8 <strong>de</strong> agosto. Monseñor van Roosmalen,<br />

obispo <strong>de</strong> Suriname (Guayana holan<strong>de</strong>sa) ofició la ceremonia que duró unas dos<br />

horas y media.<br />

Mientras el coro cantaba la letanía <strong>de</strong> los Santos, nos postramos en el suelo para<br />

implorar la ayuda <strong>de</strong> los bienaventurados y <strong>de</strong> los ángeles. Tomábamos la más<br />

humil<strong>de</strong> <strong>de</strong> <strong>las</strong> actitu<strong>de</strong>s ante Dios, quién muy pronto iba a elevarnos a <strong>las</strong> más<br />

elevados cimas con la consagración sacerdotal. El sacerdote <strong>de</strong> mi pueblo, en el<br />

sermón que pronunció en mi primera misa solemne, lo expresaría perfectamente con<br />

estas afirmaciones: .<br />

Poco tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> nuestra postración fueron ungidas nuestras manos con el<br />

óleo consagrado. Su interior fue cuidadosamente impregnado por el Obispo que <strong>las</strong><br />

unió <strong>de</strong>spués, ligándo<strong>las</strong> con un cinta, para que el óleo <strong>las</strong> penetrase profundamente.<br />

Al final <strong>de</strong> la ceremonia fueron <strong>de</strong>satadas y nos lavamos con agua y migajas <strong>de</strong> pan.<br />

Los fieles besaban entonces sus palmas e, instantes <strong>de</strong>spués, les impartíamos<br />

nuestra primera bendición.<br />

El punto esencial <strong>de</strong> esta larga ceremonia lo constituye la entrega que el Obispo hace<br />

al or<strong>de</strong>nado <strong>de</strong>l cáliz, la patena y la Hostia. Este rito, según el sentir <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong><br />

los teólogos, es la esencia <strong>de</strong> la consagración sacerdotal, sin que falte una notable<br />

minoría que afirma que dicha esencia radica en la imposición <strong>de</strong> <strong>las</strong> manos.<br />

Debíamos tocar simultáneamente el cáliz, la patena y la Hostia o nuestra or<strong>de</strong>nación<br />

sería inválida. Por eso, tanto el Obispo como el sacerdote que le asistía velaban para<br />

que el contacto se efectuara efectivamente. Era un rito <strong>de</strong> incalculable importancia<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 43 Herman J. Hegger

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