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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

último rasgo me parecía particularmente inhumano. Cuando un religioso moría no se<br />

veía ningún signo <strong>de</strong> emoción, ninguna lágrima se <strong>de</strong>rramaba. Desaparecía sin <strong>de</strong>jar<br />

ningún vacío y apenas si alguien manifestaba un leve sentimiento <strong>de</strong> lástima.<br />

Difícilmente podía ser <strong>de</strong> otra forma. En el convento, los religiosos viven<br />

estrechamente unidos, unos son testigos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> los otros y no pue<strong>de</strong>n<br />

ocultarse <strong>las</strong> manifestaciones <strong>de</strong>l propio egoísmo, como suce<strong>de</strong> también en el<br />

matrimonio; pero en éste el amor mutuo hace posible y lleva<strong>de</strong>ro este recíproco<br />

conocimiento, lo que no ocurre en el seno <strong>de</strong> <strong>las</strong> comunida<strong>de</strong>s.<br />

En un convento toda amistad particular está rigurosamente prohibida en razón <strong>de</strong> la<br />

soledad <strong>de</strong>l religioso; no se dan en <strong>las</strong> muchas disputas porque se vive en mera<br />

yuxtaposición. El amor está ausente y la vida social carece <strong>de</strong> encanto. Por este<br />

motivo los recreos son especialmente aburridos.<br />

Teníamos una hora <strong>de</strong> recreo obligatorio <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida y tres cuartos <strong>de</strong> hora<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cena. Como estaba prohibido jugar, el recreo consistía en dialogar.<br />

Pero, ¿<strong>de</strong> qué hablar? Los temas <strong>de</strong> conversación eran muy reducidos y carecían <strong>de</strong><br />

interés. Los días se parecían unos a otros como dos gotas <strong>de</strong> agua. Un ritmo<br />

uniforme <strong>de</strong> ejercicios religiosos los unía y los soldaba, como los anillos <strong>de</strong> una<br />

ca<strong>de</strong>na sin fin.<br />

Deambulábamos durante veinte minutos por el jardín o por los claustros, en caso <strong>de</strong><br />

lluvia. Después, el superior daba una señal y nos dirigíamos a una sala. Este era el<br />

único cambio y, paseando o sentados en el salón, <strong>de</strong>bíamos hablar, hablar siempre,<br />

sólo hablar.<br />

<strong>Se</strong> compren<strong>de</strong>rá, pues, fácilmente, por qué el hermano lego, que con un toque <strong>de</strong><br />

campana ponía fin al recreo, la llamase irónicamente . Era ciertamente<br />

aliviador terminar con aquel<strong>las</strong> char<strong>las</strong> y retirarse a la habitación privada.<br />

Uno <strong>de</strong> los religiosos repetía con frecuencia este gesto cómico: a mitad <strong>de</strong>l recreo<br />

sacaba su reloj y <strong>de</strong>cía: .<br />

Un santo canonizado ha <strong>de</strong>clarado que la vida <strong>de</strong> comunidad es la máxima<br />

penitencia. El consi<strong>de</strong>raba el trato con sus hermanos en religión más penoso que los<br />

golpes <strong>de</strong> <strong>las</strong> disciplinas y que cualquier otra mortificación corporal. Ciertos miembros<br />

holan<strong>de</strong>ses <strong>de</strong> nuestra Congregación tenían fama <strong>de</strong> ser caracteres particularmente<br />

<strong>de</strong>sagradables. El superior procuraba que fuesen convenientemente distribuidos en<br />

<strong>las</strong> diversas casas <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n. En ocasiones, sin embargo, la distribución fue<br />

<strong>de</strong>safortunada y coincidieron en una misma comunidad dos o tres <strong>de</strong> estos<br />

individuos. Los <strong>de</strong>más no tardaban en protestar enérgicamente.<br />

Algunos Padres se esforzaban en ser amables por motivos sobrenaturales. Pero se<br />

notaba que su actitud no era normal y que dominaban sentimientos <strong>de</strong> antipatía.<br />

Admiraba sus esfuerzos mas resultaba molesto notar lo artificial <strong>de</strong> ellos.<br />

Vista <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exterior la vida conventual parece admirable. Tiene, ciertamente,<br />

bellos aspectos, como ya queda dicho. Pero los hechos que acabo <strong>de</strong> referir empañan<br />

el brillo <strong>de</strong> esta vida llamada <strong>de</strong> perfección. En los tiempos en que todavía no estaba<br />

dudando, se me ocurrió pensar que <strong>de</strong>bería pasarme a una congregación u or<strong>de</strong>n<br />

más austera, a los Trapenses o Cartujos, por ejemplo. Estas viejas ór<strong>de</strong>nes, que<br />

practican el silencio total, me atraían. Quizás, pensaba, podría encontrar en el<strong>las</strong> la<br />

perfección.<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 62 Herman J. Hegger

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