15.05.2013 Views

Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

matrimonio. Su hijo había realizado lo que ella había soñado antes Y ¡he aquí, él le<br />

haría vivir la terrible prueba <strong>de</strong> ser la madre <strong>de</strong> un sacerdote apóstata!<br />

Pensaba también en la humillación que sufrirían <strong>las</strong> gentes <strong>de</strong> mi pueblo: ¡su primer<br />

sacerdote, un apóstata!<br />

Pensaba en mis amigos católicos <strong>de</strong> quienes había recibido tantas atenciones o a<br />

quienes había ayudado, como director <strong>de</strong> sus conciencias, en <strong>las</strong> luchas íntimas que<br />

<strong>de</strong>bían sostener. ¡Qué <strong>de</strong>cepción sufrirían!<br />

Pensaba en mis superiores. Me habían enviado al Brasil para ocupar un puesto <strong>de</strong><br />

confianza que <strong>de</strong>bía contribuir, no sólo a mi formación intelectual, sino también a la<br />

formación moral <strong>de</strong> futuros sacerdotes, <strong>de</strong> quienes <strong>de</strong>bería ser confesor y director<br />

espiritual, o sea, el hombre <strong>de</strong> quien <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ría, en parte, el acceso <strong>de</strong> sus i<strong>de</strong>ales<br />

sacerdotales. ¡Qué pensarían ellos!<br />

Anticipadamente sentía gravitar sobre mí la reprobación <strong>de</strong> la gran Iglesia católicoromana,<br />

tan vasta como el mundo entero. <strong>Se</strong>ría para siempre, a sus ojos,<br />

estigmatizado como un criminal. Mi salida pondría sobre mi frente un signo invisible<br />

como el que señalo a Caín. <strong>Se</strong> me tacharía <strong>de</strong> apóstata, traidor, <strong>de</strong>sertor.<br />

Recordaba muchos relatos sobre sacerdotes apóstatas. Había oído referir, en una<br />

predicación, cómo uno <strong>de</strong> ellos, caído en la más absoluta miseria, se había dirigido a<br />

su viejo obispo para suplicarle una limosna. El obispo le entregó algún dinero y el<br />

miserable compró un puñal, con el que un día más tar<strong>de</strong> le asesinó.<br />

La sola perspectiva <strong>de</strong> que yo saliese <strong>de</strong> la Iglesia me era, inicialmente, intolerable.<br />

Me sumergía en inquietu<strong>de</strong>s. Tenebrosas o<strong>las</strong> <strong>de</strong> angustia batían mi alma. Creía tener<br />

la boca llena <strong>de</strong> cenizas y me sentía vacilar al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> un abismo.<br />

No podía, al principio, pensar en todo ello más <strong>de</strong> media hora. Pasado este tiempo,<br />

su sola evocación me hacía temblar y abandonaba todo pensar. <strong>In</strong>tentaba luego<br />

reflexionar otra vez, para <strong>de</strong>jarlo <strong>de</strong> nuevo enseguida. A pesar <strong>de</strong> ello, cada día podía<br />

<strong>de</strong>dicar más tiempo a esta reflexión. Al fin <strong>de</strong>l viaje, podía pasear sobre la cubierta<br />

<strong>de</strong>l barco durante tres horas en lucha conmigo mismo, contra mis angustias y contra<br />

mi cobardía.<br />

Lucha agotadora. Me sentía a veces mortalmente fatigado. Me inclinaba entonces<br />

sobre el pretil <strong>de</strong> la cubierta, miraba la agitación incesante <strong>de</strong> <strong>las</strong> o<strong>las</strong> y pensaba en<br />

la superficialidad <strong>de</strong> <strong>las</strong> cosas, en ese continuo ir y venir. Quizás yo mismo me<br />

arrastraba en un <strong>de</strong>venir eterno. ¿Por qué, pues, atormentarme tanto? Miraba<br />

también a lo lejos, hacia el horizonte, y entreveía el paraíso <strong>de</strong> reposo y <strong>de</strong> paz. Me<br />

evadía durante unos instante <strong>de</strong>l barco, <strong>de</strong> mis luchas, <strong>de</strong> mi angustia y me sumía en<br />

el mundo <strong>de</strong> los sueños.<br />

Dios, empero, permanecía junto a mí, me protegía y me daba la fuerza necesaria<br />

para seguir la voz <strong>de</strong> mi conciencia y romper con mi cobardía.<br />

Pero no había tomado todavía la resolución <strong>de</strong>finitiva: sólo había consi<strong>de</strong>rado<br />

seriamente la posibilidad <strong>de</strong> mi salida. Había querido preparar mi alma para esta<br />

consecuencia extrema y ensayar mis fuerzas. Con lentitud, pero con seguridad, iba<br />

naciendo en mí la convicción <strong>de</strong> que un día daría el paso <strong>de</strong>cisivo. Estaba seguro que<br />

no me arrepentiría en el último minuto, en el instante <strong>de</strong> franquear la frontera . Debía pasar cinco meses en el convento <strong>de</strong> Padres holan<strong>de</strong>ses en Juiz<br />

<strong>de</strong> Fora para apren<strong>de</strong>r allí el idioma portugués . Decidí durante ese tiempo examinar<br />

una vez más la cuestión y tomar una <strong>de</strong>cisión inquebrantable y <strong>de</strong>finitiva.<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 59 Herman J. Hegger

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!