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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Pero cuando tuve ocasión <strong>de</strong> sustituir al Rector <strong>de</strong> la clínica , <strong>de</strong><br />

Roosendal (Holanda), conocí a un padre trapense. Este me contó lo que ocurría en su<br />

abadía y me enteré <strong>de</strong> que, entre esos héroes <strong>de</strong>l silencio, el corazón pecador <strong>de</strong>l<br />

hombre no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> manifestarse. Sus comunida<strong>de</strong>s abundan en pequeñas<br />

envidias y enemista<strong>de</strong>s.<br />

Poco antes había conocido ya hechos semejantes. Existe una rama femenina <strong>de</strong> los<br />

Padres Re<strong>de</strong>ntoristas. Estas monjas no pue<strong>de</strong>n salir jamás <strong>de</strong> sus conventos a no ser<br />

para votar. En el convento <strong>de</strong> Partij, cerca <strong>de</strong> Witten, esto suponía una verda<strong>de</strong>ra<br />

<strong>de</strong>sventaja para <strong>las</strong> monjas alemanas que, por serlo, no podían acudir a <strong>las</strong> urnas<br />

para votar un diputado católico. Cuando <strong>las</strong> holan<strong>de</strong>sas abandonaban el convento<br />

para cumplir con su <strong>de</strong>ber electoral <strong>las</strong> que quedaban <strong>de</strong>bían contentarse con ver, a<br />

través <strong>de</strong> <strong>las</strong> rejas <strong>de</strong>l locutorio, cómo se alejaban sus hermanas y se iban . Los días <strong>de</strong> elecciones parciales, ello constituía un regalo extra muy<br />

apreciado por <strong>las</strong> religiosas. Mas no insistamos <strong>de</strong>masiado.<br />

Otro ejemplo. Existía otro convento <strong>de</strong> estas mismas monjas en V., que era un<br />

verda<strong>de</strong>ro nido <strong>de</strong> disputas. Cada tres años <strong>de</strong>bían <strong>las</strong> religiosas elegir su superiora.<br />

Estaban divididas en dos partidos y jamás el bando vencido aceptaba su <strong>de</strong>rrota.<br />

Nuestros Padres <strong>de</strong>bían dirigirse allí y calmar <strong>las</strong> pasiones. En los combates <strong>de</strong> la<br />

Liberación cayó una granada en el convento y mató a una <strong>de</strong> <strong>las</strong> dos dirigentes. Los<br />

Padres respiraron aliviados, pues imaginaron que <strong>las</strong> luchas habían cesado para<br />

siempre.<br />

Encuentro esta historia muy triste. He ahí religiosas contemplativas, sin ninguna<br />

ocupación social como la <strong>de</strong> cuidar enfermos o impartir la enseñanza. Han llevado al<br />

convento una dote a<strong>de</strong>cuada y viven tan magníficamente que es preciso ser rico para<br />

hacer voto <strong>de</strong> pobreza entre el<strong>las</strong>. La sola razón <strong>de</strong> su existencia, sin utilidad social<br />

alguna, es, pues, la oración y la búsqueda <strong>de</strong> la perfección. ¡Qué vacías <strong>de</strong>ben ser, en<br />

estas condiciones, unas vidas <strong>de</strong>sgastadas en vanas disputas!<br />

El aburrimiento propio <strong>de</strong> la vida religiosa alcanzaba su más alto nivel, creo yo, en el<br />

convento <strong>de</strong> Tieté. Eramos allí religiosos: ocho brasileños, un alemán y yo, holandés.<br />

Un riguroso Superior mantenía con firmeza <strong>las</strong> riendas <strong>de</strong> la disciplina. El<br />

aburrimiento rezumaba por los muros. Era un fuego sin llama, un canto sin melodía,<br />

un rostro sin ojos.<br />

La vida conventual es una tentativa sublime pero con<strong>de</strong>nada al fracaso, porque los<br />

hombres aportan a ella, aún en la intimidad <strong>de</strong> sus celdas, su perversa naturaleza.<br />

Los conventos son una especie <strong>de</strong> trágica llamada al Evangelio. En ningún otro sitio<br />

aparece más claramente que el hombre <strong>de</strong>be vivir esencialmente <strong>de</strong>l perdón <strong>de</strong> sus<br />

pecados. La vida religiosa no tiene otro fin sino alcanzar con un heroico esfuerzo, la<br />

altura sublime <strong>de</strong> una existencia inmaculada <strong>de</strong> pecado, mediante la austeridad y los<br />

ejercicios <strong>de</strong> piedad. Pero la escalada termina casi siempre en una caída. ¿Pue<strong>de</strong><br />

alguien <strong>de</strong>cepcionarse si ante estos repetidos fracasos la mayoría <strong>de</strong> los religiosos<br />

acaban por estacionarse, <strong>de</strong>salentados, al pie <strong>de</strong> esta montaña inaccesible,<br />

intentando, a lo más, pequeñas y breves subidas? ¿Es realmente sorpren<strong>de</strong>nte que, a<br />

la larga, busquen compromisos entre el magnífico i<strong>de</strong>al y la dura realidad <strong>de</strong> su<br />

naturaleza humana? ¿Quién se atreverá a reprochárselo?<br />

Para mí cesaría muy pronto esta muerte viviente. Las aguas correrían <strong>de</strong> nuevo por<br />

el lecho <strong>de</strong>l torrente cuyo manantial yacía moribundo. La lámpara ar<strong>de</strong>ría enseguida<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 63 Herman J. Hegger

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