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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Cristo envía su Santo Espíritu a mi alma: Él es el artesano <strong>de</strong> mi paz. Cuanto más<br />

profunda es nuestra paz, más claramente percibimos la acción <strong>de</strong>l Espíritu Santo. Por<br />

esto es necesario que un cristiano se sobreponga a todas sus preocupaciones y no se<br />

<strong>de</strong>je oprimir por el<strong>las</strong>. Nos es lícito confiárse<strong>las</strong> a nuestro Padre que está en los cielos.<br />

Él tiene tanta solicitud por nuestro bien, que ni un solo cabello nuestro caerá sin que<br />

Él lo permita.<br />

El Espíritu Santo nos recuerda <strong>las</strong> palabras <strong>de</strong> Jesús y nos aclara el sentido <strong>de</strong> la<br />

Escritura. Él nos hace entrar en <strong>las</strong> profundida<strong>de</strong>s divinas. La meditación <strong>de</strong> la<br />

Escritura se convierte en una fuente <strong>de</strong> alegría. Pero esta meditación no <strong>de</strong>be<br />

confundirse con el estudio. En el estudio <strong>de</strong> la Biblia llegamos a conclusiones precisas,<br />

<strong>de</strong>scubrimos el tema <strong>de</strong> un pasaje y la forma <strong>de</strong> interpretarlo. La meditación, al<br />

contrario, acompañada <strong>de</strong> la oración, busca la Revelación en sí misma. Nos pone en<br />

contacto con el Dios vivo que se ha encarnado en palabras humanas. Alcanzamos<br />

entonces profundida<strong>de</strong>s inmensas y alturas insospechadas. Pero, apenas acabada la<br />

meditación, casi no acertamos a repetir el contenido <strong>de</strong>l pasaje meditado. Mas<br />

tenemos conciencia, sin embargo, <strong>de</strong> que nuestra alma se ha enriquecido con dones<br />

divinos. Hemos entrevistado inefables realida<strong>de</strong>s y saciado nuestra sed en una fuente<br />

<strong>de</strong> aguas vivas.<br />

El Espíritu Santo nos atestigua también que somos hijos <strong>de</strong> Dios. Nos da la seguridad<br />

necesaria para dirigirnos a Él, llamándole Padre. No nos afirma esta filiación con<br />

palabras nuevas, sino que se sirve <strong>de</strong> palabras bíblicas. Pero, por su operación, <strong>las</strong><br />

palabras <strong>de</strong> la Biblia nos revelan lo que somos en lo más íntimo <strong>de</strong> nuestro ser. Por su<br />

acción salta en nuestros corazones la palabra Padre y alcanzamos la certeza <strong>de</strong> una<br />

convicción que inunda nuestra conciencia eterna. El Espíritu Santo <strong>de</strong>stierra <strong>de</strong><br />

nosotros todo temor servil. Por efecto <strong>de</strong> su inspiración no le <strong>de</strong>cimos a Dios:<br />

, porque a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> nuestra condición <strong>de</strong><br />

hombres pecadores, el Espíritu Santo afirma en nuestras conciencias que somos hijos<br />

<strong>de</strong> Dios.<br />

No sólo el Espíritu Santo habita en nosotros sino que también el Padre viene a<br />

nuestras almas cuando nos entregamos enteramente por la fe. Lo atestigua<br />

claramente el Evangelio <strong>de</strong> Juan: (Juan 14:23).<br />

Así, pues, por la fe nos convertimos en templos <strong>de</strong> la misma Trinidad; nuestro<br />

corazón se transforma en una parcela don<strong>de</strong> Dios mora. Tengo la impresión <strong>de</strong> que<br />

esta verdad, claramente enseñada por <strong>las</strong> palabras <strong>de</strong> Jesús que acaban <strong>de</strong> ser<br />

cita<strong>de</strong>s, está un poco olividada en <strong>las</strong> Iglesias <strong>de</strong> la Reforma. Y, ¿no es una realidad<br />

sublime que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hayan escogido nuestras almas como<br />

morada? ¿No <strong>de</strong>bemos abrasarnos interiormente al pensarlo? ¡Qué necesario es,<br />

pues, que nuestros pensamientos sean puros, puesto que <strong>las</strong> Divinas personas<br />

habitan en nosotros, que no somos sino pecadores manchados ante la majestad <strong>de</strong><br />

Dios, que ha sentado en nosotros su trono! Nuestro respeto por los <strong>de</strong>más cristianos<br />

<strong>de</strong>be ser gran<strong>de</strong> pues ellos son también templos vivientes <strong>de</strong>l Dios Trino.<br />

Mi Salvador me asegura por la fe que puedo consi<strong>de</strong>rar tales bienes como propiedad<br />

mía. Los recibo como un don <strong>de</strong> su gran<strong>de</strong> amor. Él me lo asegura por su Palabra y<br />

me lo confirma por la comunión. En la Santa Cena, Jesús nos dio la señal manifiesta<br />

<strong>de</strong> que no nos <strong>de</strong>jará perecer <strong>de</strong> hambre, sino que nos nutrirá con su propio vida. La<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 88 Herman J. Hegger

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