Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />
Con <strong>de</strong>cepción <strong>de</strong> todos, el santo y sabio obispo <strong>de</strong> Breda secundó a Monseñor<br />
Lemmens. Con mucha frecuencia iban los dos juntos a visitar a la cándida y pequeña<br />
virgen <strong>de</strong> Steenbergen.<br />
Juana estaba alojada en la casa parroquial <strong>de</strong> De Welberg, pueblo en <strong>las</strong><br />
inmediaciones <strong>de</strong> Steenbergen. Era allí una reina. <strong>Se</strong>gún el reglamento <strong>de</strong>l obispado<br />
<strong>de</strong> Breda, los vicarios <strong>de</strong>bían recogerse antes <strong>de</strong> <strong>las</strong> once <strong>de</strong> la noche; pero Juana<br />
había dispuesto que el toque <strong>de</strong> queda se diera a <strong>las</strong> diez. El vicario <strong>de</strong> De welberg<br />
hacía caso omiso <strong>de</strong> dicha disposición con gran escándalo <strong>de</strong> Juana que,<br />
puntualmente, a <strong>las</strong> diez, cerraba la puerta <strong>de</strong> la casa. El vicario, empero, hombre<br />
joven, vigoroso y <strong>de</strong>portivo, entraba por un tragaluz. Cuando su obispo lo supo, le<br />
retiró <strong>de</strong> la cura <strong>de</strong> almas y le hizo examinar por un psiquíratra. Este no observó<br />
ningún síntoma inquietante y envió a monseñor el diagnóstico siguiente:<br />
perfectamente normal. Escuché cuanto he escrito <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong>l mismo vicario.<br />
Después <strong>de</strong> la guerra, cuando <strong>las</strong> relaciones normales con el Vaticano se<br />
restablecieron, Roma or<strong>de</strong>nó una encuesta sobre el caso <strong>de</strong> la Virgen <strong>de</strong><br />
Steenbergen. El informe recibido por la Santa <strong>Se</strong><strong>de</strong> no <strong>de</strong>bió ser muy favorable, ya<br />
que, en todo caso, nunca más se ha vuelto a hablar <strong>de</strong> Juana.<br />
En el tiempo en que tanto se la estimaba, quiese visitarla con la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que, si ella<br />
era una santa, podría persuadirme a creer <strong>de</strong> nuevo en la doctrina católica.<br />
Llamé a la puerta, me abrieron y me rogaron que volviese en otra ocasión. Era poco<br />
<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la liberación y la casa parroquial había sufrido muchos <strong>de</strong>sperfectos en la<br />
guerra. En aquel momento se escuchaban golpes <strong>de</strong> martillo y el sordo ronroneo <strong>de</strong>l<br />
soplete eléctrico <strong>de</strong> los pintores. Convine, sin dificultad, con el sacerdote que me<br />
abrió, que el momento no era muy propicio para un diálogo íntimo con la célebre<br />
Juana.<br />
Tiempo <strong>de</strong>spués, el vicario antes citado me sacó a relucir los trapos <strong>de</strong> la y,<br />
<strong>de</strong> golpe, no tuve ya ningún <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> visitarla. Nunca más tomé el camino <strong>de</strong> De<br />
Welberg.<br />
Yo seguía andando por los sen<strong>de</strong>ros <strong>de</strong>l pensamiento entre sombras. Lentamente<br />
nacía en mí la impresión <strong>de</strong> que, si siguiera caminando por estos vericuetos, per<strong>de</strong>ría<br />
toda certeza y abocaría finalmente a la calle sin salida, sumido en un nihilismo<br />
completo, sin convicción alguna.<br />
Podría extraer <strong>de</strong> la naturaleza humana <strong>las</strong> reg<strong>las</strong> que condicionasen mi vida, mas<br />
¿quién me aseguraría que eran justas? ¿A qué <strong>de</strong>ducciones falsas podría llevarme mi<br />
corta inteligencia? Y, ¿no existirían <strong>de</strong>masiadas ocasiones en que, a la hora <strong>de</strong> la<br />
tentación, mis instintos se impusiesen sobre mis fríos razonamientos? ¿No<br />
<strong>de</strong>rrumbarían en un instante <strong>las</strong> tempesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida el frágil castillo <strong>de</strong> naipes <strong>de</strong><br />
mis principios morales?<br />
Temía, a<strong>de</strong>más, el propagar una doctrina moral tan abstracta. Mi sistema no<br />
interesaría a <strong>las</strong> masas. No serviría más que para hundir<strong>las</strong> aún más en el<br />
materialismo. Me habían impresionado <strong>las</strong> palabras <strong>de</strong> un sabio oriental: . Un sistema tan abstracto como el mío entrañaba el riesgo <strong>de</strong> que <strong>las</strong> almas<br />
pereciesen <strong>de</strong> hambre.<br />
El motivo que me hizo, finalmente, abandonar este proce<strong>de</strong>r fue la reflexión <strong>de</strong> que<br />
me llevaría, a fin <strong>de</strong> cuentas, a per<strong>de</strong>r la certeza <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> Dios.<br />
<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 54 Herman J. Hegger