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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Capítulo primero<br />

MI NIÑEZ<br />

Analizando el relato <strong>de</strong> una conversión espiritual los psicólogos suelen buscar <strong>de</strong> rastrear<br />

<strong>las</strong> causas más profundas <strong>de</strong> ella. Escuchan <strong>las</strong> tensiones <strong>de</strong> la vida espiritual, investigan si<br />

hay personas , acontecimientos o situaciones que hayan dirigido la subconsciencia<br />

espiritual hacia una ten<strong>de</strong>ncia específica.<br />

¿Quién se lo prohibirá? El hombre no es un ser meramente espiritual. Y los argumentos <strong>de</strong><br />

que se sirve a menudo son nada más que un camuflaje inconsciente <strong>de</strong> <strong>las</strong> ten<strong>de</strong>ncias<br />

veladas que nos llevan a tomar una <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong>terminada.<br />

En este libro quiero mencionar con sinceridad lo que quizás pueda haber afectado mi paso<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar a la iglesia católica. Por eso empiezo <strong>de</strong>scribiendo la época <strong>de</strong> mi primera<br />

juventud. Quien esté, sin embargo, dispuesto a escuchar sin prejuicios el testimonio <strong>de</strong><br />

este libro, habrá <strong>de</strong> admitir que mi paso no se explica solamente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> razones<br />

psicológicas. Habrá <strong>de</strong> reconocer que aquí se habla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una Luz totalmente distinta es<br />

<strong>de</strong>cir la Luz <strong>de</strong> Cristo Jesús, “la Estrella resplan<strong>de</strong>ciente <strong>de</strong> la mañana”.<br />

Mi padre tenía un temperamento colérico. Dominaba <strong>de</strong>spóticamente la familia y todos le<br />

temíamos muchísimo. Su voz cavernosa podía tronar con tanta fuerza, que nos hacía<br />

temblar. Nos sentíamos ante él como pequeños insectos, con la certidumbre <strong>de</strong> que en<br />

cualquier momento podíamos ser ap<strong>las</strong>tados bajo sus pies.<br />

En cierta ocasión le oí gritar a mi hermana mayor: “¡Cuídate! o te rompo <strong>las</strong> piernas En mi<br />

mentalidad infantil no dudé que lo haría si no le obe<strong>de</strong>cíamos.<br />

Un sentimiento <strong>de</strong> angustia vejaba y ensombrecía nuestra infancia. Era opresivo tener que<br />

vivir, continuamente, bajo el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> aquel gran<strong>de</strong>, vigoroso y antojadizo dominador.<br />

Cada uno <strong>de</strong> los nueve hijos habíamos encontrado la forma <strong>de</strong> salvar y preservar, en lo<br />

posible, nuestra personalidad. El mayor <strong>de</strong> los hermanos se <strong>de</strong>jaba golpear a veces<br />

durante horas enteras antes <strong>de</strong> rendirse. Finalmente cedía y, con un sollozo patético y<br />

obrando como resquebrajado realizaba el acto que mi padre le exigía, por muy humillante<br />

que éste fuese.<br />

Muy pocas veces yo fui golpeado por mi padre. Presentía que toda resistencia era inútil y,<br />

tan pronto como el león comenzaba a rugir, solía hacer todo lo que me exigía. Fue quizás<br />

esta actitud la que dio origen al terror que más tar<strong>de</strong> tuve al infierno. Entre los católicos,<br />

durante <strong>las</strong> misiones parroquiales y los retiros espirituales, los tormentos <strong>de</strong>l infierno<br />

suelen pintarse con tremenda realidad. Aun recuerdo cómo temblaba yo cuando un<br />

sacerdote <strong>de</strong>scribía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito la imagen <strong>de</strong> un con<strong>de</strong>nado. Me imaginaba el infierno<br />

como un lugar <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cible sufrimiento y me veía en él como un perro<br />

abatido en la presencia <strong>de</strong> un Dios vengador mientras - en la intimidad <strong>de</strong> mi corazón - le<br />

aborrecía con odio completo al mismo Dios.<br />

Recuerdo que un día mi hermano mayor fue mordido por el perro <strong>de</strong> nuestro vecino. Este<br />

ató el perro a un poste, tomó su fusil y se dispuso a matarlo. No tenía la puntería muy<br />

certera y hubo <strong>de</strong> disparar seis veces antes que muriera el animal. Jamás he podido<br />

olvidar aquel espectáculo: la <strong>de</strong>sesperada furia <strong>de</strong> la bestia, sus ladridos <strong>de</strong> agonía y <strong>de</strong><br />

furor, su inútil forcejeo con la ca<strong>de</strong>na y aquel<strong>las</strong> roncas <strong>de</strong>tonaciones <strong>de</strong> los disparos<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 7 Herman J. Hegger

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