15.05.2013 Views

Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Hay sucesos que se viven tan intensamente, segundo a segundo, que se graban en la<br />

memoria con todo <strong>de</strong>talle. Veo todavía la puerta lateral <strong>de</strong> un vagón <strong>de</strong> mercancías<br />

por la que unos obreros trataban <strong>de</strong> hacer entrar unas vacas. Veo todavía una<br />

montaña inundada <strong>de</strong> sol y la villa <strong>de</strong> Mainrique resplan<strong>de</strong>ciente a la luz <strong>de</strong> la<br />

mañana.<br />

¡Qué viaje más <strong>de</strong>sagradable! El dolor <strong>de</strong> la separación me hería el alma. Era como un<br />

árbol <strong>de</strong>scuajado <strong>de</strong> la tierra con todas sus raíces para ser transplantado, pero cuyas<br />

raicil<strong>las</strong> permanecen en tierra. Caminaba hacia un nuevo porvenir con plena<br />

convicción <strong>de</strong> mi inteligencia; pero <strong>las</strong> fibras <strong>de</strong> mi ser, <strong>de</strong> mi sentimiento me ligaban<br />

todavía sentimentalmente a mi pasado.<br />

A pesar <strong>de</strong> este dolor el canto <strong>de</strong> la libertad brotaba en mi alma. Era libre y para<br />

siempre. ¡Había terminado la opresión continua que me asfixiaba! ¡Había concluido la<br />

esclavitud <strong>de</strong> mi conciencia! ¡Era el fin <strong>de</strong> una muerte viviente! Terminaba el reino <strong>de</strong><br />

una ley que me castigaba sin cesar por no observarla, que no podía observar y bajo<br />

cuyo dominio me <strong>de</strong>batía sin tregua, como un perro enca<strong>de</strong>nado.<br />

El tren se a<strong>de</strong>ntró por fin en la llanura <strong>de</strong> Sao Paulo. En lontananza se perfilaban <strong>las</strong><br />

altas siluetas <strong>de</strong> los rascacielos <strong>de</strong> aquella ciudad poblada por milliones <strong>de</strong> seres.<br />

Debía dirigirme enseguida al convento pero tomé un taxi con dirección a la calle<br />

Fagun<strong>de</strong>s, don<strong>de</strong> me esperaba el Pastor Nocetti.<br />

El auto se sumergió, durante unos minutos, en el intenso tráfico <strong>de</strong> la ciudad. Yo<br />

miraba los peatones que caminaban por <strong>las</strong> aceras, cada uno con sus propias<br />

preocupaciones, sus <strong>de</strong>seos, sus i<strong>de</strong>ales, su pasado y su porvenir. En medio <strong>de</strong> aquel<br />

mundo me encontraba también yo con mi drama íntimo.<br />

De repente, vi, a unos cien metros, un P. Pasionista y todo mi pasado en el pequeño<br />

seminario <strong>de</strong> Haastrecht resurgió en mi espíritu. Me pareció una última advertencia <strong>de</strong><br />

lo Alto, <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> Dios que me <strong>de</strong>cía: (II Cor. 5:17 Apoc. 21:5).<br />

En casa <strong>de</strong>l pastor Nocetti bebimos enseguida una taza <strong>de</strong> café. Después, mi anfitrión<br />

me dijo: .<br />

Delmar <strong>de</strong>l Espíritu Santo no vivía lejos. Fuimos a pie. <strong>Se</strong> produjo entonces en mí un<br />

renacimiento. Tenía clara conciencia <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> mis pasos. Muchos caminan<br />

como autómatas pero yo, en aquellos momentos, pesaba cada uno <strong>de</strong> mis pasos:<br />

a<strong>de</strong>lanta el pie <strong>de</strong>recho... el izquierdo...<br />

Henos, pues, en la Rua Direita, la calle Derecha. Estaba abarrotada <strong>de</strong> gente y era<br />

agradable mezclarse con ella. El taller <strong>de</strong> Delmar estaba en el primer piso y sus<br />

ventanas caían directamente sobre la calle, aunque la puerta estaba en el Largo <strong>de</strong> la<br />

Misericordia, la Plaza <strong>de</strong> la Misericordia.<br />

Delmar nos esperaba. Con él estaban también unos amigos invitados a mi toma <strong>de</strong><br />

hábitos civiles. <strong>Se</strong> hicieron <strong>las</strong> presentaciones <strong>de</strong> rigor. Entré en el probador, <strong>de</strong>saté<br />

mi cíngulo, me <strong>de</strong>spojé <strong>de</strong> la sotana y vestí un traje azul. Me iba muy bien, pero no<br />

acerté a anudarme la corbata. Me indicaron la forma <strong>de</strong> hacerlo. Y héme aquí sin<br />

ningún sortilegio, como uno más. Una vez en la calle tuve la impresión <strong>de</strong> que todos<br />

me observaban y <strong>de</strong> que no iba vestido. Esperaba, cada minuto, que se acercase<br />

alguien y me dijese: . ¡Estaba tan acostumbrado a su<br />

fru-fru en mis piernas! Me sentía extrañamente ligero y <strong>de</strong>sembarazado. Podía alargar<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 80 Herman J. Hegger

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!