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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

<strong>de</strong>l granero, apoyando el brazo contra el muro. Entonces noté que también yo sentía el<br />

dolor <strong>de</strong> estomago; el mal <strong>de</strong> mi madre se había convertido en mi propio mal. Mi padre<br />

acertó a pasar por allí casualmente y me preguntó la causa <strong>de</strong> mi sollozo. No le respondí.<br />

Le juzgaba indigno <strong>de</strong> una respuesta.<br />

Mi padre fue siempre el extintor <strong>de</strong> nuestra alegría. Si se ausentaba en algunas ocasiones,<br />

como aquel<strong>las</strong> tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los domingos en que se dirigía al café <strong>de</strong>l pueblo para jugar a <strong>las</strong><br />

cartas, nosotros nos divertíamos aprovechando aquellos momentos para juguetear<br />

ruidosamente. Pero tan pronto como sentíamos en la lejanía sus pesados pasos, <strong>las</strong><br />

titubeantes llamas <strong>de</strong> nuestra alegría se apagaban. Nuevamente reinaba el silencio. Al<br />

darse cuenta <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>sconcierto causado por su presencia, se burlaba <strong>de</strong> nosotros<br />

preguntándonos: Al advertir nuestros juegos nos los reprochaba con<br />

ru<strong>de</strong>za.<br />

Es posible que radique aquí el origen parcial <strong>de</strong> mi aversión a la Iglesia <strong>de</strong> Roma que<br />

jamás permite que el hombre sea plenamente dichoso. Continuamente esgrime la<br />

amenaza <strong>de</strong>l infierno: <br />

Esa iglesia que ha con<strong>de</strong>nado con su < anathema sit> a la Reforma porque ésta predica a<br />

los hombres la gozosa seguridad <strong>de</strong> la salvación, basada tan sólo en la entrega <strong>de</strong> sí<br />

mismo por la fe al Salvador. Esa iglesia que intenta tener cautivos a sus fieles bajo su<br />

po<strong>de</strong>r dictatorial, y si alguno se libera <strong>de</strong> su opresión y se convierte al Evangelio puro <strong>de</strong> la<br />

gracia soberana <strong>de</strong> Dios, le persigue con esta intimación: <br />

Yo conocí, pues, el sufrimiento en mi juventud. Sin embargo, en el cielo sombrío <strong>de</strong><br />

aquella vida brillaron algunos rayos <strong>de</strong> luz. En contraste con esas tinieb<strong>las</strong> <strong>de</strong> amargura y<br />

<strong>de</strong> soledad, estos momentos están grabados en mí como instantes <strong>de</strong> in<strong>de</strong>cible felicidad.<br />

Nací en Lomm, a unos kilómetros <strong>de</strong> Venlo, el 19 <strong>de</strong> Febrero <strong>de</strong> 1916. Fuí el quinto <strong>de</strong> los<br />

12 hijos que tuvieron mis padres; tres <strong>de</strong> ellos, niñas, murieron a edad temprana. Una <strong>de</strong><br />

el<strong>las</strong> me seguía a mí en edad y yo la amaba <strong>de</strong> una manera especial. Aún recuerdo aquel<br />

día <strong>de</strong> sol; yo jugaba en la arena con una cuchara. La pequeña Gertrudis había bebido café<br />

<strong>de</strong> la cafetera que estaba sobre la mesa, recién sacada <strong>de</strong>l fuego. Al abrasársele la<br />

garganta se asfixió por <strong>las</strong> ampol<strong>las</strong>.. No recuerdo su muerte. ¿He llegado a reprimir este<br />

triste suceso, o será que nunca lo comprendí? De todas formas, la pequeña Gertrudis vive<br />

en mi mente con un recuerdo impregnado <strong>de</strong> cariño. Yo la quería mucho. Lomm es una<br />

bella y pequeña al<strong>de</strong>a que apenas cuenta con 400 habotantes. Esté situada entre el Mosa<br />

y la frontera alemana, escondida en el bosque. La ro<strong>de</strong>a un escenario <strong>de</strong> gran belleza: el<br />

apacible valle <strong>de</strong> Mosa con olvidadas lagunas entre pinares. una serie <strong>de</strong> colinas cuya cima<br />

más alta se <strong>de</strong>nomina audazmente ; un arroyo que serpentea entre<br />

prados y oscuras frondosida<strong>de</strong>s y que <strong>de</strong>ja ver, bajo sus limpias aguas, <strong>las</strong> placas<br />

verdinegras <strong>de</strong>l hierro que arrastra. En primavera solíamos coger en él la freza <strong>de</strong> rana<br />

escurridiza. Eran momentos <strong>de</strong> risueño placer. Los matorrales retallecían y sobre el marjal,<br />

la primavera ponía tonos <strong>de</strong> cobre.<br />

<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 9 Herman J. Hegger

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