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Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat

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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />

Particularmente interesante me resultaba aquella práctica piadosa que consistía en<br />

ganar la indulgencia <strong>de</strong> la porciúncula el día <strong>de</strong> todos los Santos y el día <strong>de</strong> los<br />

Difuntos. Esos días se pue<strong>de</strong>n ganar varias indulgencias plenarias si se visita una<br />

Iglesia y se recitan estas oraciones: seis Padrenuestros, seis Ave Marías y seis<br />

Glorias. Pero cada vez es preciso visitar la Iglesia. Resulta imposible permanecer en<br />

ella y recitar un número <strong>de</strong>terminado <strong>de</strong> veces toda la serie <strong>de</strong> plegarias<br />

mencionadas. Con esto sólo se gana una indulgencia plenaria y, en consecuencia,<br />

una sola alma será libertada <strong>de</strong>l Purgatorio. Es necesario salir <strong>de</strong> la Iglesia y volver a<br />

entrar en ella. Solo así, merced a <strong>las</strong> mismas oraciones <strong>de</strong> la vez anterior, pue<strong>de</strong><br />

ganarse una nueva indulgencia plenaria. Entre los teólogos se discute qué <strong>de</strong>be<br />

enten<strong>de</strong>rse por . A mi parecer, la mayoría <strong>de</strong> ellos opinan que se<br />

trata <strong>de</strong>l umbral <strong>de</strong> la misma. <strong>Se</strong>a como fuere, para nosotros esta práctica tenía un<br />

encanto singular. Durante todo el año estábamos obligados a permanecer inmóviles<br />

en la Iglesia y la más ligera irreverencia se consi<strong>de</strong>raba un pecado. ¡Y cuidado que es<br />

difícil para un niño permanecer media hora <strong>de</strong> rodil<strong>las</strong>! Pero en ocasión <strong>de</strong> la<br />

porciúncula nosotros podíamos entrar y salir <strong>de</strong> la Iglesia como si estuviéramos<br />

jugando al escondite. En una ocasión, cuando con más entusiasmo nos dábamos a<br />

nuestra <strong>de</strong>voción, una beata trató <strong>de</strong> impedírnosla, pese a que no molestábamos a<br />

nadie, ya que la Iglesia estaba casi <strong>de</strong>sierta. Nosotros protestamos. ¿Acaso no<br />

hacíamos lo que nos había recomendado el señor Párroco? Corrimos en su busca<br />

y le referimos lo ocurrido. El sacerdote tomó partido por nosotros y el or<strong>de</strong>n quedó<br />

restablecido. De nuevo pudimos ganar la indulgencia, y esta vez bajo la protección<br />

<strong>de</strong>l reverendo. Las almas fueron liberadas <strong>de</strong>l Purgatorio a pesar <strong>de</strong> <strong>las</strong> hostiles y<br />

atravesadas miradas <strong>de</strong> la piadosa beata.<br />

Hice mi primera comunión en el pueblo <strong>de</strong> Arcen, porque Lomm, en aquel tiempo no<br />

tenía párroco. Recuerdo que la víspera, por la tar<strong>de</strong>, mi madre añadió un huevo duro<br />

a mi rebanada <strong>de</strong> pan con mantequilla ya que <strong>de</strong>bía recorrer tres kilómetros hasta<br />

Arcen y permanecer allí largo tiempo en ayunas. Esta atención <strong>de</strong> mi madre me hizo<br />

el mismo efecto que su hubiese acariciado con su blanda mano mi cabeza.<br />

El párroco que entonces explicaba el catecismo era el Reverendo Schram. Yo siempre<br />

me sentaba en primera fila. El Reverendo solía apoyar sus po<strong>de</strong>rosos puños en mi<br />

banco. Un día en que él se encontraba <strong>de</strong> buen humor, me atreví a cosquillear sus<br />

manos con mi índice pensando que lo encontraría divertido. Pero ocurrió todo lo<br />

contrario. Me propinó una terrible bofetada <strong>de</strong> la que guardo tal recuerdo que aún me<br />

duele la cabeza cuando pienso en ella.<br />

Este párroco hacía énfasis en algunos preceptos especiales y nos advertía que<br />

<strong>de</strong>bíamos tener mucho cuidado en no contraer matrimonio mixto. Apuntando con su<br />

<strong>de</strong>do índice al grupo <strong>de</strong> muchachas, les <strong>de</strong>cía:

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