Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />
Cuando más tar<strong>de</strong> fui a presentarle mis excusas, me contestó: <br />
Sus palabras fueron severas, pero su tono cordial. Una reprimenda así, poniendo al<br />
<strong>de</strong>snudo los móviles ocultos <strong>de</strong> una acción, es siempre beneficiosa. Tuve la impresión<br />
<strong>de</strong> que el P. Fi<strong>de</strong>l tenía una mano firme, muy apta para dirigir. Le tenía siempre gran<br />
estima. Era un hombre entero, piadoso y fuerte. Tiempo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo referido<br />
contrajo abscesos en <strong>las</strong> rodil<strong>las</strong> y durante años sufrió mucho <strong>de</strong> esta enfermedad. Le<br />
dolía mucho pero siempre soportaba <strong>de</strong> forma ejemplar el dolor<br />
Trimestralmente recibíamos un boletín con <strong>las</strong> notas <strong>de</strong> piedad, obediencia, buena<br />
conducta y aplicación. Conferir notas a la piedad refleja una extraña mentalidad.<br />
¿Pue<strong>de</strong> calcularse matemáticamente el amor que un hombre siente por Dios? ¿No es<br />
esto llevar la doctrina <strong>de</strong> los méritos al extremo? Las calificaciones eran una especie<br />
<strong>de</strong> salario, más o menos elevado, que recibíamos cada tres meses. El salario<br />
<strong>de</strong>pendía siempre <strong>de</strong>l domino <strong>de</strong> la virtud que cada uno aparentaba.<br />
Algunos alumnos recibían siempre excelentes notas <strong>de</strong> conducta. Recuerdo<br />
especialmente a uno <strong>de</strong> ellos. Observaba minuciosamente el reglamento <strong>de</strong> la casa.<br />
Cuando íbamos en fila <strong>de</strong>bíamos cruzar los brazos, mantener la vista recogida y nos<br />
estaba prohibido reír, hacernos señales y, sobre todo, hablar. Aquel muchacho<br />
llevaba siempre la cabeza baja; el rostro, <strong>de</strong> rasgos tensos, daba la impresión <strong>de</strong> una<br />
seriedad anormal; se mantenía siempre aislado y rehuía toda compañía. Nos lo<br />
proponían como mo<strong>de</strong>lo y tenía una aureola <strong>de</strong> rigurosa santidad. Sus notas fueron<br />
siempre <strong>las</strong> mejores.<br />
Pero, ¡oh catástrofe!, un buen día se fue antes <strong>de</strong> terminar sus estudios, ¿se fue<br />
voluntariamente o le expulsaron?. Fue como si el cielo se hubiera <strong>de</strong>rrumbado, como<br />
si una pálida estatua <strong>de</strong> santo <strong>de</strong> yeso hubiera saltado, <strong>de</strong> repente, sobre los lirios<br />
encendidos a sus pies y, en plena feria, se hubiera puesto a bailar con la primera<br />
chavala que le saliese al encuentro. <strong>Se</strong>is meses <strong>de</strong>spués fue encarcelado por atentar<br />
contra menores.<br />
¡Pobre joven! Fue la víctima <strong>de</strong> un falso sistema. Durante años enteros, a fuerza <strong>de</strong><br />
voluntad, había reprimido toda sensualidad y evitado cualquier placer carnal. Quiso<br />
ser puro hasta en sus más íntimos pensamientos. Pero, con el correr <strong>de</strong>l tiempo, <strong>las</strong><br />
o<strong>las</strong> <strong>de</strong> la sensualidad <strong>rompieron</strong> contra el dique que <strong>las</strong> contenía. Desear una<br />
muchacha era la cima <strong>de</strong> la <strong>de</strong>shonra, el sumo pecado para el seminarista que él fue.<br />
No podía admitir que creciesen en el, aureolado <strong>de</strong> santidad, tales inclinaciones.<br />
Estimó que la propensión hacia un niño agraciado era menos <strong>de</strong>shonesta. Solicitado<br />
constantemente por la pasión sexual, su punto flaco, cedió al fin. Un tifón <strong>de</strong>vastador<br />
<strong>de</strong>struyó toda su santidad. ¡Qué tristeza! Y, al fin y al cabo, él no había hecho otra<br />
cosa sino seguir <strong>las</strong> normas <strong>de</strong> conducta que le indicaron sus superiores. <strong>Se</strong>gún la<br />
opinión <strong>de</strong>l seminario, estas normas <strong>de</strong>bían proporcionarle una alta morada en la<br />
casa <strong>de</strong>l Padre. Pero terminó, aquí en la tierra, en la celda <strong>de</strong> una prisión por un<br />
vulgar y torpe <strong>de</strong>lito.<br />
Este hecho enar<strong>de</strong>ció mi estima por el Evangelio <strong>de</strong> la gracia misericordiosa.<br />
<strong>In</strong>stintivamente, presentí el peligro inherente a la doctrina <strong>de</strong>l mérito <strong>de</strong> <strong>las</strong> buenas<br />
obras.<br />
<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 17 Herman J. Hegger