Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />
Debía partir el día siguiente en el tren <strong>de</strong> <strong>las</strong> cinco <strong>de</strong> la madrugada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la estación<br />
<strong>de</strong> Cerquilho. Un coche <strong>de</strong>bía llevarme allí a <strong>las</strong> cuatro y media. Un Padre me<br />
acompañaría hasta Soracaba y <strong>de</strong>spués continuaría solo el viaje hasta Sao Paulo,<br />
don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía pasar mis vacaciones. Cuando a la hora <strong>de</strong> acostarnos nos separamos,<br />
les dije a todos, con una sonrisa nerviosa: . <strong>In</strong>trigados, me miraron y<br />
quizás entrevieran que les ocultaba un secreto. Me dirigí rápidamente a mi habitación.<br />
Era mi última noche en el convento.<br />
Apurando los últimos minutos me preocupé <strong>de</strong> los libros y papeles que quería<br />
llevarme. Al acostarme puse mi <strong>de</strong>spertador a <strong>las</strong> dos. Ensayé dos veces y funcionó<br />
perfectamente. Dormí, sin embargo, muy mal. Me <strong>de</strong>svelé y, más <strong>de</strong> una vez, miré si<br />
era ya la hora.<br />
Puntualmente me <strong>de</strong>spertó el timbre. Era el momento <strong>de</strong> <strong>las</strong> últimas disposiciones.<br />
Dudaba qué libros <strong>de</strong>bía tomar o <strong>de</strong>jar. A <strong>las</strong> tres y media tenía que <strong>de</strong>cir mi misa. La<br />
hora se acercababa y mi habitación estaba en pleno <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Escribí algunas líneas<br />
para excursarme <strong>de</strong>l estado en que la <strong>de</strong>jaba y <strong>de</strong>sposité el papel sobre la mesa.<br />
El alumno que <strong>de</strong>bía ayudarme a misa me esperaba en la capilla. Me revestí y me<br />
incliné ante el altar. La campanilla sonó. Mi última misa había comenzado.<br />
Mis pensamientos volaron a Witten don<strong>de</strong> dije mi primera misa. En realidad no estuve<br />
entonces muy conmovido. Había pronunciado <strong>las</strong> palabras <strong>de</strong> la Consagración con<br />
cierto escalofrío, con la absoluta convicción <strong>de</strong> que, por mi po<strong>de</strong>r, el pan y el vino se<br />
convertirían en el Cuerpo y en la Sangre <strong>de</strong>l <strong>Se</strong>ñor.<br />
Yo tenía ahora la certeza <strong>de</strong> haber estado en un error. No había tenido nunca el po<strong>de</strong>r<br />
que la Iglesia me había atribuído. No era más que un simple mortal y un pecador<br />
como el resto <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más hombres. Dios no había dado autoridad alguna a mis<br />
palabras consagratorias. El pan permanecía pan y el vino, vino. No eran sino símbolos<br />
<strong>de</strong> la alianza que Dios ha contraído con el hombre.<br />
Murmuré una vez más: , . En ese<br />
instante <strong>de</strong>bía arrodillarme ante el Cristo que, según Roma, tenía en mis manos. Me<br />
resultó extremadamente penoso realizar este gesto unas horas antes <strong>de</strong> mi ruptura<br />
con la Iglesia. ¿Me era lícito hacerlo? ¿Me lo perdonaría Dios algún día? ¿No era una<br />
consciente idolatría?<br />
Sonó la campanilla y maquinal, automáticamente, me arrodillé, elevé la Hostia y me<br />
arrodillé <strong>de</strong> nuevo. Lo mismo hice con el Cáliz. ¡<strong>Se</strong>ñor, ten piedad <strong>de</strong> mi, pobre<br />
pecador!<br />
Hacia <strong>las</strong> cuatro abandonamos el convento. El P. Mario me esperaba ya fuera <strong>de</strong> él. Al<br />
verme encorvado con el peso <strong>de</strong> mi equipaje, me dijo: < ¿Dón<strong>de</strong> piensa ir?> Volví<br />
rápidamente al interior y saqué el último paquete. Después... cerré la puerta.<br />
Su golpe, en la noche silenciosa, me causó una impresión extraña. Su ruido retumbó<br />
por los corredores. Una ilusión se había roto. Era el fin <strong>de</strong> un sueño <strong>de</strong> santidad<br />
inmaculada y <strong>de</strong> un puro amor que no <strong>de</strong>bía realizarse en este mundo.<br />
En alguna parte ladró un perro... Un gallo cantó... Era el primer estremecimiento <strong>de</strong> la<br />
mañana. Pensé necesariamente en Pedro, quien comenzó una nueva vida al canto <strong>de</strong>l<br />
gallo. ¿Vería yo pronto al <strong>Se</strong>ñor perdonándome con su amor misericordioso?<br />
El coche llegó. Experimenté un gran alivio cuando entramos en él y cuando partió.<br />
En Cerquilho el tren traía una hora <strong>de</strong> retraso. Estaba inquieto. ¿Habría tenido el<br />
estudiante que me ayudó a misa la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> ir a mi habitación y <strong>de</strong> advertir al<br />
<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 78 Herman J. Hegger