Se rompieron las cadenas.pdf - Stichting In de Rechte Straat
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Fundatión En la Calle Recta (ECR)<br />
Él. Tenía sed <strong>de</strong> Él, una sed que dominaba todo mi espíritu. Una sed sin cesar<br />
apagada y encendida. ¡Jesús es, en verdad, una fuente <strong>de</strong> aguas que saltan para vida<br />
eterna! ¡Beber siempre <strong>de</strong> nuevo <strong>las</strong> cristalinas aguas <strong>de</strong> la gracia hasta saciarse sin<br />
ser jamás saciado! Este beber continuo se ha convertido en la respiración <strong>de</strong> mi ser,<br />
en un lazo <strong>de</strong> amor con Jesús. Esta <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia respecto <strong>de</strong> su gracia me sumerge<br />
en su inmenso amor. ¡Así es como le he encontrado a Él, que es mi consolación, mi<br />
luz, mi alegría y mi todo!<br />
Lo sé: la razón profunda <strong>de</strong> mi comunión con Cristo radica en mi entrega total a su<br />
misericordia. Nosotros somos incapaces <strong>de</strong> ofrecerle un amor puro; somos, en efecto,<br />
<strong>de</strong>masiado pecadores y permanecemos siempre encerrados en nosotros mismos. En<br />
esta situación nos es imposible esa ofrenda. Pecadores, transgredimos continuamente<br />
los mandamientos divinos. <strong>Se</strong>ría una ilusión, por nuestra parte, preten<strong>de</strong>r po<strong>de</strong>r amar<br />
a Dios puramente, únicamente por Él mismo.<br />
No, nuestro amor es siempre una respuesta a su amor. Es ciertamente un amor<br />
verda<strong>de</strong>ro, pero un amor <strong>de</strong> gratitud, que, ante <strong>las</strong> amenazas <strong>de</strong> los po<strong>de</strong>res <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />
tinieb<strong>las</strong>, nace el sentimiento <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia respecto a Dios, porque por<br />
nosotros mismos nada po<strong>de</strong>mos lograr y estamos siempre perdidos.<br />
Nuestro amor a Cristo encierra siempre, pues, una huída, una huída ante la<br />
inseguridad, la duda, la inquietud y la angustia <strong>de</strong> conciencia. Es una huída hacia<br />
Cristo que termina en una paz perfecta. Cuando al huir <strong>de</strong> los peligros que nos ro<strong>de</strong>an<br />
vamos a Cristo, toda ansiedad cesa. , como reza un antiguo canto.<br />
¡Qué profunda es mi confianza que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces poseo en Cristo! Pongo en sus<br />
manos mi existencia eterna, <strong>de</strong>posito en Él todas mis aspiraciones <strong>de</strong> felicidad. Una<br />
confianza así intensifica mi amor hacia Él. Me uno sólida y plenamente a Jesús. Y he<br />
experimentado que cuanto más me apoyo en Él, tanto mayor es su bondad para<br />
conmigo.<br />
Sé también que con esta confianza glorifico a mi <strong>Se</strong>ñor. Esta fe en su perfecta bondad<br />
hace brotar el amor en mi corazón. Es el triunfo <strong>de</strong> su gracia. Así realiza Él en mí su<br />
obra reconcilliadora, purificadora y santificadora. Él ha abierto mi alma y ha tomado<br />
posesión <strong>de</strong> mi corazón. Y, en cierto sentido, no puedo <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme <strong>de</strong> la acción <strong>de</strong><br />
Cristo en mi.<br />
Jesús es la luz <strong>de</strong> mi vida. Él llena toda mi existencia. Como un canto incesante, se<br />
eleva en mi alma y en el transfondo <strong>de</strong> mi conciencia su voz melodiosa. Él oculta su<br />
majestad y los rayos <strong>de</strong> su bondad me calientan y me confortan. Él me ilumina<br />
continuamente en su esplendor. Y, ¡cómo <strong>de</strong>seo esta santa luz <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong><br />
Jesús!<br />
Sé que estaré un día junto a Jesús y para siempre. Un día caerán los velos. Cuando<br />
cierre los ojos en esta tierra Él me recogerá en sus brazos. Entonces me <strong>de</strong>spertaré a<br />
la contemplación <strong>de</strong> su gloriosa Persona, cara a cara. Dios mismo enjugará <strong>las</strong><br />
lágrimas <strong>de</strong> mis ojos. Y no ofen<strong>de</strong>ré jamás a Dios con mis pecados: seré<br />
<strong>de</strong>finitivamente purificado por la sangre <strong>de</strong> mi Salvador.<br />
¡Qué bella es la vida que tiene tan bello horizonte! Allá arriba, en lontananza, ha<br />
comenzado ya la fiesta en la que un día tomaremos parte. Nuestro sitio está<br />
reservado. Pronto entraremos en el círculo <strong>de</strong> los bienaventurados para cantar, gozar<br />
y adorar con ellos.<br />
<strong>Se</strong> Rompieron <strong>las</strong> Ca<strong>de</strong>nas 85 Herman J. Hegger