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Leer-Los-ríos-profundos

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¡Ya sé! Tú me has enseñado. En el canto del zumbayllu le enviaré un mensaje<br />

a doña Felipa. ¡La llamaré! Que venga incendiando los cañaverales, de<br />

quebrada en quebrada, de banda a banda del río. ¡El Pachachaca la ayudará!<br />

Tú has dicho que está de su parte. Quizá revuelva su corriente y regrese,<br />

cargando las balsas de los chunchos.<br />

—Estás enfermo; estás con delirio, hermanito, sólo los winkus pueden<br />

llevar mensajes. ¡<strong>Los</strong> winkus no más! Y el Hermano Miguel me has dicho<br />

que malogró al layk'a en la capilla. ¡Vamos a Condebamba! ¿Qué diría Salvinia<br />

al saber que imploras al Pachachaca para que traiga a los chunchos a<br />

que incendien el valle ¡Que muramos todos, los cristianos y los animales!<br />

¿Todo quemándose, mientras tú festejas Estás con delirio. Alcira te va a<br />

calmar. Verla solamente...<br />

Me rodeó el cuello con uno de sus brazos. Me hizo salir del Colegio.<br />

Brillaban mis zapatos nuevos de hule; me sentía azorado con mi traje recién<br />

estrenado.<br />

—Vamos al río, "Markask'a" —le rogué en quechua—. El Pachachaca<br />

sabe con qué alma se le acercan las criaturas; para qué se le acercan.<br />

— ¡Claro! Tenemos el domingo, todo el día. Yo lo pasaré a nado, debajo<br />

del puente. Verás cómo me respeta, el Señor. Te dedicaré a ti ese paso; me<br />

meteré donde más se arremolina el agua. Después tú le contarás a Salvinia.<br />

— ¡Te seguiré, "Markask'a"! El río me conoce.<br />

—Si entras a él, no. Si desafías su corriente, no. Querrá arrastrarte, romperte<br />

los huesos en las piedras. Otra cosa es que le hables con humildad desde<br />

la orilla o que lo mires desde el puente.<br />

— ¡Yo lo pasaré, por donde tú vayas!<br />

—Quizá.<br />

—Pero en medio de la corriente asusta más; mejor dicho, allí parece<br />

demonio. No es ese Señor que figura cuando lo contemplas. Es un demonio;<br />

en su fuerza te agarran todos los espíritus que miran de lo alto de los<br />

precipicios, de las cuevas, de los socavones, de la salvajina que cuelga en<br />

los árboles, meciéndose con el viento. ¡No has de entrar; no has de entrar!<br />

Yo, pues, soy como su hijo...<br />

El "Markask'a" me llevó siempre a la alameda.<br />

Cantaban, como enseñadas, las calandrias, en las moreras. Ellas suelen<br />

posarse en las ramas más altas. Cantaban también, balanceándose, en la cima<br />

de los pocos sauces que se alternan con las moras. <strong>Los</strong> naturales llaman tuya<br />

a la calandria. Es vistosa, de pico fuerte; huye a lo alto de los árboles. En<br />

la cima de los más oscuros: el lúcumo, el lambra, el palto, especialmente<br />

en el lúcumo que es recto y coronado de ramas que forman un círculo, la<br />

tuya canta; su pequeño cuerpo amarillo, de alas negras, se divisa contra el<br />

cielo y el color del árbol; vuela de una rama a otra más alta, o a otro árbol<br />

cercano para cantar. Cambia de tonadas. No sube a las regiones frías. Su<br />

canto transmite los secretos de los valles <strong>profundos</strong>. <strong>Los</strong> hombres del Perú,<br />

desde su origen, han compuesto música, oyéndola, viéndola cruzar el espacio,<br />

bajo las montañas y las nubes, que en ninguna otra región del mundo

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