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Leer-Los-ríos-profundos

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morizadas y con desconfianza. Ya no escuchaban ni el lenguaje de los ayllus; 1<br />

les habían hecho perder la memoria; porque yo les hablé con las palabras<br />

y el tono de los comuneros, y me desconocieron.<br />

Y tenía que regresar a la ciudad. Aturdido, extraviado en el valle, caminaba<br />

por los callejones hirvientes que van a los cañaverales. Al atardecer,<br />

cuando ya no quedaba luz del sol sino en las cumbres, llegaba al pueblo,<br />

temiendo desconocer a las personas, o que me negaran. En el Colegio, viéndome<br />

entrar al patio, así cubierto de polvo, el Padre Director me llamaba<br />

"loco" y "tonto vagabundo". Durante muchos días no podía jugar ni retener<br />

lo que estudiaba. En las noches me levantaba y decidía irme, hacer un atado<br />

de mi ropa, y cruzar de noche el Pachachaca; alcanzar la otra cumbre y caminar<br />

libremente en la puna hasta llegar a Chalhuanca. Pero supe respetar<br />

la decisión de mi padre, y esperé, contemplándolo todo, fijándolo en la memoria.<br />

En esos días de confusión y desasosiego, recordaba el canto de despedida<br />

que me dedicaron las mujeres, en el último ayllu donde residí, como refugiado,<br />

mientras mi padre vagaba perseguido.<br />

Huyendo de parientes crueles pedí misericordia a un ayllu que sembraba<br />

maíz en la más pequeña y alegre quebrada que he conocido. Espinos de flores<br />

ardientes y el canto de las torcazas iluminaban los maizales. <strong>Los</strong> jefes de familia<br />

y las señoras, tnatnakunas de la comunidad, me protegieron y me infundieron<br />

la impagable ternura en que vivo.<br />

Cuando los políticos dejaron de perseguir a mi padre, él fue a buscarme<br />

a la casa de los parientes donde me dejó. Con la culata de su revólver rompió<br />

la frente del jefe de la familia, y bajó después a la quebrada. Se emborrachó<br />

con los indios, bailó con ellos muchos días. Rogó al Vicario que<br />

viniera a oficiar una misa solemne en la capilla del ayllu. Al salir de la misa,<br />

entre cohetazos y el repique de las campanas, mi padre abrazó en el atrio de<br />

la iglesia a Pablo Maywa y Víctor Pusa, alcaldes de la comunidad. En seguida<br />

montamos a caballo, en la plaza, para comenzar el inmenso viaje. Salimos<br />

del caserío y empezamos a subir la cuesta. Las mujeres cantaban el jarahui<br />

de la despedida:<br />

¡Ay warmallay warma<br />

yuyaykunlim, yuyaykunkim!<br />

Jhatun yurak' ork'o<br />

kutiykachimunki ;<br />

abrapi puquio, pampapi puquio<br />

yank'atak' yakuyananman.<br />

Alkunchallay, kutiykamunchu<br />

raprachaykipi apaykamunki.<br />

Riti ork'o, jhatun riti ork'o<br />

yank'tak' ñannimpi ritiwak';<br />

yank'atak' wayra<br />

¡No te olvides, mi pequeño,<br />

no te olvides!<br />

Cerro blanco,<br />

hazlo volver;<br />

agua de la montaña, manantial de la<br />

[pampa<br />

que nunca muera de sed.<br />

Halcón, cárgalo en tus alas<br />

y hazlo volver.<br />

Inmensa nieve, padre de la nieve,<br />

no lo hieras en el camino.<br />

1 Comunidad de indios.

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