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Leer-Los-ríos-profundos

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asno maldito de los barrancos a las cordilleras... Hijitas, hermanitas de Patibamba,<br />

felizmente ustedes devolvieron la sal que las chicheras borrachas<br />

robaron de la Salinera. Ahora, ahora mismo, recibirán más, más sal, que el<br />

patrón ha hecho traer para sus criaturas, sus pobrecitos hijos, los runas de la<br />

hacienda..."<br />

Me levanté para mirarlo. Del oscuro piso bajo del tabladillo, ayudantes<br />

del mayordomo principal arrastraban costales repletos.<br />

El Padre Director impartió la bendición a los colonos. Se persignaron<br />

todos. Se buscaban unos a otros. Eran felices. Se arremolinaron murmurando<br />

confusamente, como moscardones que horadan madera vieja, dando vueltas,<br />

y cantando.<br />

Salí al camino. Desde la cima de un muro vi que les repartían la sal. El<br />

sol se acercaba al patio; había llegado ya a los penachos de los cañaverales.<br />

En ese instante, decidí bajar a carrera hasta el río. El Padre me vio y me<br />

llamó. Le miré con temor; pero él también sonreía.<br />

—Vete al Colegio —me dijo—. Yo voy a decir misa en la capilla. Tú<br />

eres una criatura confusa. Veré lo que hago. Un mayordomo te acompañará.<br />

—Padre, ¿podría tan sólo visitar a la señora —le pregunté.<br />

—No. El mayordomo te llevará a caballo hasta la puerta del Colegio. Tú<br />

no saldrás, los otros tampoco.<br />

Y volví a Abancay, en el anca de un caballo de Patibamba. Por cuarta<br />

vez iba huyendo por ese camino.<br />

—Señor —le dije al mayordomo—. ¿Conoce usted a una señora de ojos<br />

azules que ha venido a la hacienda con su patrona<br />

—Sí.<br />

—¿Se va pronto<br />

—Mañana.<br />

—¿Por qué<br />

—No llega todavía la tropa del Cuzco. Están asustadas; por eso se van.<br />

—¿La tropa<br />

—Dicen. Se han asustado los patrones. Viene tropa, en camión hasta<br />

Limatambo. La señora es visita.<br />

—Le dice usted que el estudiante del Colegio se despide de ella, que le<br />

besa las manos.<br />

—¿Le besa las manos ¿Por qué<br />

—¿Podría darle sólo ese encargo<br />

—Bueno. Es muy cariñosa esa señora.<br />

—¿Y el dueño de la hacienda<br />

—Casi no viene. Vive en el Cuzco. No habla bien castellano.<br />

—¿Quién se ha asustado entonces<br />

—El mayordomo grande. <strong>Los</strong> patrones de las haciendas de abajo.<br />

—¿Qué va a hacer la tropa<br />

—No sé, joven. Vendrán, pues, a asustar a las cholas, y a los indios también.<br />

Quizá matarán a alguien, por escarmiento.<br />

—¿ Escarmiento<br />

—Doña Felipa, pues, ha acorralado a los gendarmes. <strong>Los</strong> ha hecho<br />

correr.

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