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Leer-Los-ríos-profundos

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—¿Hay retreta mañana —le preguntó el "Chipro".<br />

Todos los internos habíamos llegado al patio.<br />

—¿Por qué, mañana<br />

—Mañana te cajeo; no así, como el otro día, en partes blandas; mañana,<br />

hasta rompernos la cara. ¿No quieres desquitarte Al amanecer, en el terraplén.<br />

Valle dudó.<br />

— ¡Mañana! —dijo—. Bueno. Eres un indio taimado. Me despiertas.<br />

Y se alejó por el corredor.<br />

—Si el Hermano se queda, no, "Chipro". Si el Hermano se queda, iremos<br />

a la retreta con el Valle —dijo Palacios.<br />

—Valle ¿ir contigo —preguntó el "Chipro".<br />

—No. El irá con sus señoritas. Pero si el Hermano y "Añuco" se van,<br />

cajéalo. Yo voy a encomendarme por ti. Le sacarás chocolate. Se confesará de<br />

veras, tú le obligarás.<br />

—Ya —dijo el "Chipro".<br />

Era noche oscura; el "Peluca" desapareció. Al poco rato, los internos<br />

mayores desaparecieron también. Se fueron al patio interior.<br />

—<strong>Los</strong> condenados no tienen sosiego —nos decía Palacitos en el corredor—.<br />

No pueden encontrar siquiera quien los queme. Porque si alguien,<br />

con maña, los acorrala en una tienda o en una cancha de paredes altas, puede<br />

quemarlos, rodeándolos, rodeándolos, con fuego de chamizo o con kerosene.<br />

Pero hay que ser un santo para acorralar a un condenado. Arden como cerdos,<br />

gritando, pidiendo auxilio, tiritando; hasta las piedras, dice, se rajan<br />

cuando les atraviesa el gruñido de los condenados que arden. Y si oyen tocar<br />

quena en ese instante, así, llameando, bailan triste. Pero al consumirse ya,<br />

de sus cenizas una paloma se levanta. ¡Cuántos condenados sufrirán para<br />

siempre su castigo! En cuatro patas galopan en las cordilleras, pasan los<br />

nevados, entran a las lagunas; bajan también a los valles, pero poco. El Lleras<br />

ya estará sintiendo que su piel endurece, que le aumenta la grasa bajo el<br />

cuero. ¡Ay, pobrecito!<br />

—¿Y su mujer<br />

— ¡A ella primero la devorará, Diosito!<br />

Regresaron los internos mayores del patio interior. El "Peluca" subió al<br />

corredor alto.<br />

La opa estaría a esa hora contemplando su rebozo, riéndose, o quizá lo<br />

habría escondido en algún cajón de la despensa. Había subido la cuesta, casi<br />

bailando, con la Castilla en la espalda. No fue al terraplén.<br />

A altas horas de la noche oímos pasos de caballos en el patio. Yo estaba<br />

despierto. Palacitos se arrodilló en su cama. El "Chipro" lo sintió, después<br />

Chauca y el "Iño". Nos vestimos.<br />

—Despierta a Valle —dijo Chauca, cuando el "Chipro" vino de puntillas<br />

hacia mi cama.<br />

—No. Despidamos primero al "Añuco" —le dije.<br />

Salimos al corredor, juntos.

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