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Leer-Los-ríos-profundos

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el río me llevara. No hay que cruzarlos al corte; de una vena hay que escapar<br />

a lo largo; la corriente tiembla, tú te estiras en su dirección, y de repente,<br />

con un movimiento ligero del cuerpo te escapas; la fuerza del agua<br />

te lanza. ¡Esa prueba sí, es como para que vea tu adorada! ¡Que llore, y que<br />

después te mire alcanzar la orilla! ¿Y si la salvas ¿Si llegas bajo tormentas<br />

a la isla, en tu caballo, y la salvas ¡Gran Pachachaca, río maldito, eso<br />

quisiera! Mi caballo conoce mejor que yo las mañas de este río. Porque es<br />

hondo, porque corre entre barrancos; porque en esos barrancos se extienden<br />

como culebras los cactos espinosos, feos, enredados de salvajina, los indios<br />

le temen. Mi caballo se ríe de él. Yo le he enseñado y él a mí. A veces hemos<br />

cruzado el río contra un precipicio, por sólo tocar la roca de enfrente. <strong>Los</strong><br />

indios dicen que mi fuerza está guardada en mis lunares, que estoy encantado.<br />

¡Lindo, hermano, lindo! Creo que algunas veces hasta mi madre duda. Me<br />

mira pensativa, examinando mis lunares... Mi padre en cambio se ríe, se<br />

alegra, me regala caballos...<br />

El "Markask'a" era mejor que yo, había explorado un río; un río temido,<br />

y no como hombre de paso. ¡Pachachaca! "Puente sobre el mundo"<br />

significa este nombre. Yo no podía decir cuál era el que más amaba, el verdadero,<br />

el autor de mi pensamiento.<br />

La voz del "Markask'a" era como la del Pachachaca irritado. Cuando<br />

dominara la timidez de los primeros días, le hablaría a Salvinia con ese lenguaje.<br />

"O la asusta o la domina", pensaba yo.<br />

—Dicen que se puede querer a una después de otra —siguió hablando—.<br />

¡No! A ella sola. Yo no pienso estudiar mucho. Me la llevaré, y si el demonio<br />

me la quita, me dedicaré a las cholas. Tendré diez o veinte.<br />

Ya no parecía un colegial; a medida que hablaba, su rostro se endurecía,<br />

maduraba. "No le conocía, no le conocía bien", pensaba yo, mientras tanto.<br />

Podía haberse vestido de montar, con esos pantalones que tienen refuerzos<br />

de cuero; llevar en las manos un fuete y cubrirse la cabeza con un sombrero<br />

alón de paja. Tendría el aspecto de un hacendado pequeño, generoso, lleno<br />

de ambición, adorado por sus indios. ¿Dónde estaba el alegre, el diestro colegial<br />

campeón del zumbayllu> Sus ojos que contemplaban el baile del zumbayllu<br />

confundiendo su alma con el juguete bailador, ahora miraban como<br />

los de un raptor, de un cachorro crecido, impaciente por empezar su vida<br />

libre.<br />

Llegamos a la puerta del Colegio. Me abrazó.<br />

—Me has hecho hablar —dijo—. Todo lo que pienso a solas lo he cantado.<br />

No sé por qué, contigo se abre mi pensamiento, se desata mi lengua.<br />

Es que no eres de acá; los abanquinos no son de confiar. Fuera del Romero<br />

y de Lleras, los otros parece que hubieran nacido para amujerados. Mañana<br />

te busco temprano. ¡Te llevo tu zumbayllul ¡Del winku, hermano, del winku<br />

brujo! ¡Ahora mismo lo hago!<br />

Se fue, corriendo. Yo entré al Colegio por la puerta pequeña.

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