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ñannimpi k'ochpaykunkiman. Amas pára amas pára aypankicnu; amas k'ak'a, amas k'ak'a ñannimpi tuñinkichu. ¡Ay warmallay warma kutiykamunki kutiykamunkipuni! Mal viento, no lo toques. Lluvia de tormenta, no lo alcances. ¡No, precipicio, atroz precipicio, no lo sorprendas! ¡Hijo mío, has de volver, has de volver! —No importa que llores. Llora, hijo, porque si no, se te puede partir el corazón —exclamó mi padre, cuando vio que apretaba los ojos y trotaba callado. Desde entonces no dejamos ya de viajar. De pueblo en pueblo, de provincia en provincia, hasta llegar a la quebrada más profunda, a estos feudos de cañaverales. Mi padre se fue demasiado pronto de Abancay, cuando empezaba a descubrir su infierno; cuando el odio y la desolación empezaban a aturdirme de nuevo. <strong>Los</strong> dueños de las haciendas sólo venían al Colegio a visitar al Padre Director. Cruzaban el patio sin mirar a nadie. — ¡El dueño de Auquibamba! —decían los internos. — ¡El dueño de Pati! — ¡El dueño de Yaca! Y parecía que nombraban a las grandes estrellas. El Padre Director iba a celebrar misa para ellos en las capillas de las haciendas. Pero ciertos domingos venían los hacendados al pueblo. Entonces había sermón y canto en la iglesia. El Padre Director empezaba suavemente sus prédicas. Elogiaba a la Virgen con palabras conmovedoras; su voz era armoniosa y delgada, pero se exaltaba pronto. Odiaba a Chile y encontraba siempre la forma de pasar de los temas religiosos hacia el loor de la patria y de sus héroes. Predicaba la futura guerra contra los chilenos. Llamaba a los jóvenes y a los niños para que se prepararan y no olvidaran nunca que su más grande deber era alcanzar el desquite. Y así, ya exaltado, hablando con violencia, recordaba a los hombres sus otros deberes. Elogiaba a los hacendados; decía que ellos eran el fundamento de la patria, los pilares que sostenían su riqueza. Se refería a la religiosidad de los señores, al cuidado con que conservaban las capillas de las haciendas y a la obligación que imponían entre los indios de confesarse, de comulgar, de casarse y vivir en paz, en el trabajo humilde. Luego bajaba nuevamente la voz y narraba algún pasaje del calvario. Después de la misa, las autoridades y los hacendados lo esperaban en la puerta de la iglesia; lo rodeaban y lo acompañaban hasta el Colegio. Esos domingos el Padre Director almorzaba con los internos; presidía la mesa, nos miraba con expresión bondadosa. Resplandecía de felicidad; bromeaba con los alumnos y se reía. Era rosado, de nariz aguileña; sus ca-
ellos blancos, altos, peinados hacia atrás, le daban una expresión gallarda e imponente, a pesar de su vejez. Las mujeres lo adoraban; los jóvenes y los hombres creían que era un santo; y ante los indios de las haciendas llegaba como una aparición. Yo lo confundía en mis sueños; lo veía como un pez de cola ondulante y ramosa, nadando entre las algas de los remansos, persiguiendo a los pececillos que viven protegidos por las yerbas acuáticas, a las orillas de los <strong>ríos</strong>; pero otras veces me parecía don Pablo Maywa, el indio que más quise, abrazándome contra su pecho al borde de los grandes maizales.
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Page 18 and 19: —El oro que doña María Angola e
Page 20 and 21: Yo sabía que en los conventos, los
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Page 32 and 33: III. LA DESPEDIDA HASTA UN DÍA en
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Page 74 and 75: jillas. Un denso calor empezó a es
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Page 78 and 79: extinguirse. Comprendí que si no s
Page 80 and 81: titud era compacta. Sudaban las muj
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Pero cuando llegamos muy cerca de l
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el río me llevara. No hay que cruz
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pertar sobre el regazo de la señor
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que nos recibieron, el día anterio
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¿Escarmiento Era una palabra antig
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con el muro! El cordel se deslizó
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puna que embisten la sombra de los
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Entramos a la capilla. No estaba Ll
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ola y se lanzan después a volar, c
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—Padrecito, ¿qué dice que la tr
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—Le ruego, Padre, que me deje ir
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po—. En su alma hay de todo. Una
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—El regimiento está formado por
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—Pero usted, ¿no me dijo de desp
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"Si la voz del winku no te ha llega
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—Ahora está el ejército. Y ella
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Cantaron en los barrios, y dicen qu
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enfurecerse más que un toro que oy
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son tan extremadas. ¡Tuya, tuya! M
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opa, a la demente del Colegio, corr
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Seguí cantando, en mi interior, el
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—¿Hay retreta mañana —le preg
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—Es razonable, muy razonable —c
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—Oye, "Chipro", espérame —le d
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usted tomó del brazo, es mi enamor
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ni el trueno, ni el condenado asust
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nada a un lado de su pequeño reboz
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Pall'ark'optikik'a ramark'optikik'a
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como los de mi pueblo. No de hacien
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as, son bailes de competencia. Pero
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mente a las piernas del guardia. Do
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a gritos. Escuchaban la marcha; se
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ñoras y caballeros paseaban; grupo
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Siguió caminando frente a los tabi
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padre. Y me sentí nuevamente solo
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lámpago al Apurímac y al Pachacha
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hubiera consentido aunque no fuera
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que se rió con Pablo, el hermano d
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— ¡Por el zumbayllu soy de Abanc
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triste y con la braveza del mar que
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—¿Yo hermanito, yo hermanito Soy
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Mientras preguntaba al pampachirino
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—Voy a avisar al Padre —le dije
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Me cubrí la cabeza con las frazada
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Nada pudieron. En la tarde, los int
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—Mañana —me dijo—. Las clase
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—Precipicios de rocas hay entre e
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—¿Ya Romero se había ido —Sí
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un extremo del corredor, frente a l
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—¡Manan! —contestó el mayor,
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—¿No —exclamó con violencia
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de harahui, dirigido a los mundos y
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CUENTOS
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de ellos... En esos relatos estaba
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chanchos y demás animales de los i
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Esto último es verdad, no cabe dud
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la muía nazqueña de Don Garayar,
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mujer, por esa proclividad masoquis
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colectivas de la sociedad ficticia.
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aleza está animada, todas las cosa
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cuentran compañeros comprensivos y
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de la huerta sonaban con ruido larg
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dejaba dormir. A los catorce años
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DIAMANTES Y PEDERNALES I IBA A CUMP
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las cuerdas de alambre, de las nota
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calle. Si el joven se iba a dormir
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—Yo no puedo tomar mujer porque l
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giones. La noche del 23 de junio es
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Don Aparicio arregló la casa nueva
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La tarde en que la viuda y Adelaida
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grupo de gente que la miraba con ex
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— ¡Manan, mananpunim! (¡No, de
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Y sentían que la palabra "chola" n
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DIEZ DÍAS PERMANECIÓ Don Aparicio
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y volvió a alzarse. La crin del cu
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— ¡Como yo; seguido! —le dijo.
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Se sentaron juntos. La joven sinti
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—Papay —contestó el Alcalde—
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pelada que servía de atrio al ceme
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Se puso de pie. Sacó una cuchilla
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cielo. Cuando lo mirábamos desde l
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tropezaban con la tierra de las sep
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LA AGONIA DE RASU-ÑITI ESTABA TEND
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Se oía ya, no tan lejos, el tumult
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"Rasu-Ñiti" bailó tambaleándose
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el movimiento cada vez más extravi
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ien. Pero había un poco de espanto
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—Cuando tú brillabas en el cielo
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—También ellos —dijo. —¿Qui
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—Al revés. Ahora estoy bailando.
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Los peces cruzan su dorado cuerpo e
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vacío; toda la tierra. Sopló un v
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los acercaba con el canto hasta que
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por eso el árbol no tenía sombra.
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LA HUERTA —LA MUJER SUFRE. Con lo
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Doña Gudelia le preguntó: "Hijito
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Pudo ver la nieve cuando su color r
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HIJO SOLO LLEGABAN POR bandadas las
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Comida hay, harto. Los patrones pel
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impresión de que va a caer, que es
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Cortó un retazo de su camisa y lo
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El motor apagó todos los ruidos ex
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con una puta tú haces todo, todo.
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cienso. Don Antonio bailaba con una
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1911 Nace José María Arguedas en
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a Puquio, excepto Arístides, pero
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especie de aproximación inminente
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después, las escribí en una forma
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torre escribe: "El mismo año en qu
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1952 Viaja a Jauja y Concepción co
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1957 Obtiene el grado de Bachiller
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ledo Palomo le dirá después: "No
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tonces intenté escribir una novela
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gentina (IX) (Buenos Aires y La Pla
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Bustamante y la Universidad" es un
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Aquí estoy: Su espíritu y su obra
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OBRAS DE JOSE MARIA ARGUEDAS 1928:
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1964-1965: "¿Qué es el folklore".
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ESTUDIOS CRITICOS ARROYO POSADAS, M
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Cornejo Polar (2), Tomás G. Escaja
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VARGAS LLOSA, MARIO: "José María
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PRÓLOGO, por Mario Vargas Llosa IX
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