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comentarios de - Escritura y Verdad

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WA<br />

352<br />

260 OBRAS DE MARTIN LUTERO<br />

tipo <strong>de</strong> seres vivientes <strong>de</strong>bilitados, sino que son nuestra propia <strong>de</strong>bilidad<br />

personal" 32. Estas muy bien fundadas palabras nos muestran<br />

claramente cómo la concupiscencia es esa <strong>de</strong>bilidad nuestra que nos<br />

crea tantas dificulta<strong>de</strong>s para hacer lo bueno, <strong>de</strong>bilidad que por<br />

cierto tiene en sí un carácter culposo, pero que pese a ello no nos<br />

convierte en culpables a menos que consintamos en ella y actuemos<br />

<strong>de</strong> conformidad. Sin embargo, <strong>de</strong> ahí resulta la extraña situación <strong>de</strong><br />

que seamos culpables y a la vez no culpables; porque aquella <strong>de</strong>bilidad<br />

somos nosotros mismos. Así que ella es digna <strong>de</strong> castigo, y<br />

nosotros también lo somos, hasta que esa <strong>de</strong>bilidad cese y sea<br />

curada. En cambio, cuando no actuamos conforme a ella, somos<br />

libres <strong>de</strong> culpa por cuanto Dios en su misericordia no carga en nuestra<br />

cuenta la culpabilidad <strong>de</strong> la concupiscencia, sino sólo la culpabilidad<br />

<strong>de</strong> la voluntad que consiente en la <strong>de</strong>bilidad. Nada mejor<br />

para explicar todo esto que la parábola <strong>de</strong>l hombre al cual habían<br />

<strong>de</strong>jado a la vera <strong>de</strong>l camino, medio muerto (Lc. 10:30 y ss.). En<br />

efecto: el vino y el aceite que el samaritano aplicó a sus heridas,<br />

no lo restablecieron en el acto, sino que iniciaron su restablecimiento.<br />

Mas entonces, aquel mismo enfermo es a la vez un hombre<br />

débil y un convaleciente. En cuanto que está sano, <strong>de</strong>sea hacer el<br />

bien; pero como hombre débil <strong>de</strong>sea algo distinto y se ve obligado<br />

a hacer concesiones a su <strong>de</strong>bilidad, cosa que va contra su propia<br />

voluntad.<br />

A la luz <strong>de</strong> lo expuesto resulta evi<strong>de</strong>nte que nuestros teólogos<br />

adictos a la metafísica 33 se pier<strong>de</strong>n en fantasías insustanciales y<br />

<strong>de</strong>lirantes cuando discuten acerca <strong>de</strong> los apetitos orientados en<br />

direcciones opuestas preguntándose si tales apetitos pue<strong>de</strong>n hallarse<br />

en el mismo sujeto, y cuando con gran <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> imaginación<br />

sostienen que el espíritu, a saber, nuestra razón, es un ente que<br />

existe por separado, un ente absoluto por <strong>de</strong>cirlo así, integral en<br />

cuanto a su género, y perfecto, al igual que la sensualidad o la carne,<br />

que según ellos es, a la inversa, la parte opuesta, igualmente integral<br />

y perfecta. Por estas tontas lucubraciones se ven forzados a olvidar<br />

que la carne es en sí una <strong>de</strong>bilidad, una especie <strong>de</strong> herida que afecta<br />

al hombre entero, el cual por gracia comienza a ser curado en<br />

cuanto a su mente o espíritu. ¿A quién, en efecto, se le ocurriría<br />

imaginarse a un enfermo dividido <strong>de</strong> esta manera en dos partes<br />

opuestas entre sí ¿Acaso no es uno y el mismo cuerpo el que trata<br />

<strong>de</strong> recuperar la salud, y que no obstante se ve obligado a hacer lo<br />

32 Agustín, Contra lulianum 11, 5, 12. Patrol. Ser. Lat. XLIV, 682.<br />

33 Lutero tiene en mente a los te610gos a quienes inquietaban las 'di5­<br />

tinciones' <strong>de</strong> la filosofía, en este caso la cuesti6n <strong>de</strong> si el alma consiste <strong>de</strong> dos<br />

partes o potencias separables e in<strong>de</strong>pendientes. Comp. WA 56, 351, 23, nota.<br />

ROMANOS 261<br />

que I~eva en sí la marca <strong>de</strong> la <strong>de</strong>bilidad Lo uno y lo otro ocurre en<br />

un mismo cuerpo. (En la obra Contra Iulillnum, libro 3, se lee: "Un<br />

mal tan grave es la concupiscencia, que es preciso combatirla sin<br />

ce~r, pese a su resistencia, y vencerla, hasta que,' así como una<br />

henda en el cuerpo, haya sido sanada mediante una curación perfecta")34<br />

.<br />

Pero presentemos' a estos teólogos sumidos en sus fantasías<br />

un ejemplo un tanto más vulgar: Cuando se comienza a restaurar<br />

una casa caída en ruina, ¿acaso es una cosa su reconstrucción y su<br />

estado actual, y otra cosa su hasta entonces aún existente <strong>de</strong>terioro<br />

No; sin duda es una sola cosa. De esa misma casa se pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>Cir con buena ~zón, al verla en vías <strong>de</strong> refección, que es una<br />

casa "t que está siendo convertida en casa, pero por su estado <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>tenoro se pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir al mismo tiempo que todavía no es una<br />

casa, .y que le faltan ciertos <strong>de</strong>talles para serlo. Así nosotros, "que<br />

tenemos.las primicias <strong>de</strong>l Espíritu" (Ro. 8:23), y que según el apóstol<br />

Santiago "fuimos hechos primicias <strong>de</strong> las criaturas <strong>de</strong> Dios"<br />

(Stg. 1: 18), "somos edificados como casa espiritual" (l P. 2:5).<br />

y un edificio construido <strong>de</strong> tal modo· "va creciendo para ser un<br />

templo santo en el Señor" (Ef. 2:21).<br />

v.17. Sino el pecado que mora en mí.<br />

En Contra Iulianum, libro 2, SanAgustín dice: ..¿Cómo pue<strong>de</strong><br />

estar muerto el pecado, si produce en nosotros tantas cosas a pesar<br />

<strong>de</strong> nuestra tenaz resistencia - ¿Qué son estas 'tantas cosas' que<br />

produce Precisamente las codicias necias y dañosas 'que hun<strong>de</strong>n<br />

en <strong>de</strong>strucción y perdición' a los hombres que consienten en ellas<br />

(comp. 1 Ti. 6:9). ¿Cómo <strong>de</strong>cimos entonces que ese pecado fue<br />

mu~rto en el bautismo, y al mismo tiempo confesamos que sigue<br />

habitando en nuestros miembros, haciendo surgir allí toda clase<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>seos pecaminosos Sólo es posible si lo enten<strong>de</strong>mos en el sentido<br />

d~ ~ue el pecado (<strong>de</strong> la codicia) está muerto con respecto a la<br />

culpabIlIdad en que nos tenía aprisionados, pero que aun estando<br />

muerto, persiste en su actitud rebel<strong>de</strong> hasta quedar <strong>de</strong>finitivamente<br />

curado - lo cual suce<strong>de</strong>rá cuando nos <strong>de</strong>n sepultura. Esto sí: ya<br />

no se llama 'pecado' por cuanto nos hace culpables, sino que se<br />

llama así por cuanto tuvo su origen en la culpabilidad <strong>de</strong>l primer<br />

hombre, y por cuanto mediante su rebeldía trata <strong>de</strong> arrastrarnos<br />

a idéntica cl:llpabilidad" 35.<br />

:: Agustín, Contra lulianum I1I, 20. Patrol. Ser. Lat. XLIV, 722.<br />

Agustín, Contra lulianum 11, 9, 32. Patrol. Ser. Lat. XLIV, 696.

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