66 OBRAS DE MARTIN LUTERO ROMANOS 67 como los espirituales son orgullosos, dados al lujo, adúlteros, y peor aún: ladrones, <strong>de</strong>sobedientes a Dios y a los hombres, y autores <strong>de</strong> guerras injustas, en otras palabras: asesinos múltiples. Y no obstante castigan todos estos crímenes con la mayor severidad cuando los cometen otros. Pero como entre los hombres no hay quien pueda juzgarlos, no tienen cuidado alguno en cuanto a su propia seguridad. Sin embargo, "no escaparán <strong>de</strong>l juicio <strong>de</strong> Dios", como dice aquí el apóstol. Por eso yo también hablaré con entera claridad y aprovecharé la ocasión para tratar públicamente este tema, en apoyo <strong>de</strong> las palabras <strong>de</strong> Pablo: ¿Con qué autoridad los príncipes y po<strong>de</strong>rosos <strong>de</strong> nuestro tiempo reservan para sí mismos todos los animales que caminan y vuelan, <strong>de</strong> modo que fuera <strong>de</strong> estos señores, nadie pue<strong>de</strong> cazarlos ¿De dón<strong>de</strong> sacan el <strong>de</strong>recho para ello Si un hombre cualquiera <strong>de</strong>l pueblo hiciera tal cosa, con toda justicia se diría que es un ladrón, un salteador, uno que atenta contra el patrimonio público porque sustrae algo que es propiedad <strong>de</strong> todos, y no <strong>de</strong> él. Pero como son los po<strong>de</strong>rosos los que lo hacen, a ellos no se los pue<strong>de</strong> llamar ladrones. ¿O será cierto que a imitación <strong>de</strong> Demodoco 2 po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que los príncipes y magnates por supuesto no son ladrones ni raptores, pero que no obstante hacen lo que es propio <strong>de</strong> ladrones y salteadores Tan profundamente tienen metidos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí el vicio <strong>de</strong> Nimrod, el primer po<strong>de</strong>roso y vigoroso cazador <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l Señor 3 , que no pue<strong>de</strong>n gobernar sin que al mismo tiempo opriman al pueblo y "cacen con vigor", es <strong>de</strong>cir, con violencia, o sea, sin que arrebaten para sí cosas que no les pertenecen. Esto le hace <strong>de</strong>cir a San Agustín en su libro Acerca <strong>de</strong> la Ciudad <strong>de</strong> Dios: "¿Qué son los gran<strong>de</strong>s imperios sino gran<strong>de</strong>s bandas <strong>de</strong> ladrones" 4 • Y luego aña<strong>de</strong> la siguiente historia: "Cierta vez, Alejandro Magno interrogó a un pirata que había caído en sus manos cómo se le había ocurrido WA infestar el mar, a lo que el pirata contestó con el mayor <strong>de</strong>senfado: 190 '¿Y cómo se te ocurrió a ti tener infestado el mundo entero Claro: 10 que hago yo, lo hago con un pequeño barco; por eso me llaman pirata; lo que haces tú, lo haces con una gran flota, por eso eres el acerca <strong>de</strong> la situación <strong>de</strong>plorable que imperaba tanto en la iglesia como en la sociedad. El capítulo 25 <strong>de</strong> aquella obra lleva el título: "Acerca <strong>de</strong> la injusticia <strong>de</strong> los duques>, príncipes <strong>de</strong> la Tierra y <strong>de</strong> otros magistrados". 2 Aristóteles cita el siguiente dicho <strong>de</strong> Demodoco: "Los habitantes <strong>de</strong> Mileto no son insensatos, pero hacen lo que suelen hacer los insensatos". (Moral, a Nicomaco, VII,8). Aristóteles usa esta cita para ilustrar su afirmación <strong>de</strong> que "los que no pue<strong>de</strong>n dominar sus pasiones no son criminales, pero cometerán actos criminales". 3 Comp. Gn. 10:8,9. 4 Agustín, De civitate Dei, IV, 4. Patrol. Ser. Lat. XLI, 115. emperador'''. Aquel pues que quiera echar en cara a esos ladrones lo que aquí nos dice el apóstol, <strong>de</strong>be aplicárselo <strong>de</strong> la siguiente manera: Mandan a la horca a los ladrones, hacen <strong>de</strong>capitar a los asaltantes, y así los ladrones gran<strong>de</strong>s juzgan a los ladrones pequefios. "¿ y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás al juicio <strong>de</strong> Dios" (v.3). Otro <strong>de</strong>talle <strong>de</strong>l mismo cuadro general es que los gobernantes explotan al pueblo imponiéndole impuestos por <strong>de</strong>más gravosos sin motivo aparente, o cambiando y <strong>de</strong>valuando la moneda, y al mismo tiempo aplican multas a sus súbditos por codicia y avaricia. ¿Qué es esto sino hurtar y robar los bienes ajenos Más aún: ¿quién podrá, al fin y al cabo, absolver <strong>de</strong>l <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> hurto a quienes, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> enriquecerse ilegítimamente con sus exacciones, se benefician también legítimamente con los impuestos y compensaciones que el pueblo les paga, y sin embargo no cumplen con sus obligaciones para con el pueblo, protegiéndolo, promoviendo su bienestar, administrando correctamente la justicia Pero no; lo único que les interesa es afirmar su po<strong>de</strong>r tiránico, amontonar riquezas, y jactarse con ridícula y vana ostentación <strong>de</strong> los bienes que han adquirido <strong>de</strong> uno u otro modo. Y con cuánta ceguedad nuestros príncipes eclesiásticos cometen los mismos <strong>de</strong>smanes, o peores aún - esto lo saben hasta los nifios en la calle. Lujuria, ambición, aparatosidad, envidia, avaricia, exceso en el comer y beber, y un <strong>de</strong>screimiento general respecto <strong>de</strong> Dios, todo esto son cosas que en opinión <strong>de</strong> ellos no hay por qué someterlas a juicio. Ellos mismos están llenos <strong>de</strong> ellas hasta la coro· nilla. Toda disminución <strong>de</strong> sus privilegios e ingresos, aun <strong>de</strong> los ingresos más mo<strong>de</strong>stos, y toda reducción <strong>de</strong> sus pensiones, que <strong>de</strong> vez en cuando pue<strong>de</strong> producirse entre sus súbditos, las consi<strong>de</strong>ran motivo suficiente para la aplicación <strong>de</strong> los más severos juicios y castigos. Te pregunto: ¿qué te parece que pue<strong>de</strong> pensar Dios -no, Dios no, sino un Orestes S o alguien más insano aún - al ver cómo un ambicioso, avaro y lujurioso obispo fulmina con todos los rayos <strong>de</strong> la excomunión a su feligrés laico que le <strong>de</strong>be medio florín ¿No tendrá que pensar que ese obispo es dos, qué digo, siete veces peor que un Orestes ¿No se sentirá impulsado a <strong>de</strong>cirle: "¿Piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú e'scaparás <strong>de</strong>l juicio <strong>de</strong> Dios" Y estas cosas son hoy día tan comunes y corrientes que por ocurrir con tanta frecuencia ya parecen ser perdonables. ¡Cuán gran<strong>de</strong> es el castigo y la ira <strong>de</strong> Dios que en este tiempo pesa sobre nosotros! Tan enormes son, que Dios 5 Orestes: hijo <strong>de</strong> Agamemnón y Clitemnestra, mató a su madre para vengar a su padre, asesinado por aquélla y su amante Egisto.
WA -l-Il,1 68 OBRAS DE MARTIN LUTERO ROMANOS 69 permite que nos sobrevengan todas estas plagas a fin <strong>de</strong> que nos <strong>de</strong>mos cuenta cabal <strong>de</strong> la terrible <strong>de</strong>solación que azota a la santa iglesia, y-