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Los sistemas de salud están por sí mismos situados<br />
en las sociedades e interactúan con éstas que son<br />
redes complejas de interrelaciones. Las interacciones<br />
involucran instituciones, comunidades y grupos y<br />
clases sociales que frecuentemente tienen intereses<br />
divergentes y contrapuestos. Las características básicas<br />
de la sociedad han sido nubladas por la idea de la<br />
igualdad de oportunidades, a pesar de las evidencias de<br />
la creciente desigualdad que la refuta. La sociedad es,<br />
más bien, un tejido complejo. Su estructura es formada<br />
en los procesos históricos que tenemos que considerar<br />
si queremos entender y transformar la sociedad. Las<br />
clases sociales y las relaciones entre ellas definen la<br />
forma en la que se distribuye la riqueza y el poder.<br />
De acuerdo a la doctrina económica neoclásica<br />
predominante, las relaciones económicas dominan y<br />
el mercado es el principio organizador de la sociedad<br />
(Stiglitz, 2002). Las clases sociales no son afectadas<br />
solamente por las nuevas formas de relaciones<br />
laborales, sino también por procesos como la<br />
colonización y por las relaciones de género, migrantes,<br />
culturales y políticas. La distribución del conocimiento<br />
en la sociedad también influye en la estructura de la<br />
sociedad (Wallerstein, 2005; Obando-Salazar, 2006;<br />
Zavala, 2013). La diversidad e inequidad en estos<br />
diferentes ámbitos afectan la distribución del poder, la<br />
representación de intereses y las posibilidades de una<br />
participación social efectiva.<br />
Las relaciones de poder que derivan de estas<br />
interacciones afectan el control que la gente tiene sobre<br />
los acontecimientos y los recursos. Por ejemplo, afectan<br />
la probabilidad de que un grupo ejerza poder “sobre”<br />
otro y que grupos puedan reclamar el poder necesario<br />
para formar parte de los procesos. Las relaciones de<br />
poder determinan que los grupos ejerzan un poder<br />
compartido “con” otros o construyan una conciencia<br />
compartida sobre ellos mismos y sus condiciones bajo<br />
la forma de un poder “dentro” de ellos. Estas relaciones<br />
de poder no son estáticas y pueden ser cambiadas, por<br />
ejemplo, mediante la organización y acción o mediante<br />
la creación de conocimiento nuevo y/o diferente (Korpi,<br />
2007; Ponic et al., 2010). El poder puede de esta forma<br />
limitar la acción de la sociedad, pero también puede<br />
permitir la acción para el cambio y la transformación.<br />
La participación sin tal redistribución de poder es<br />
identificada como un proceso frustrante para los<br />
que no tienen dicho poder (Kwiatkowski, 2011). Se<br />
ejemplifica con los procesos que influyen en individuos<br />
VER PARTE 5: DOCUMENTO 4<br />
Estacio y Marks (2010) proporcionan evidencias sobre la<br />
alienación y exclusión que ocurre cuando los sistemas de<br />
conocimiento propios de la gente no son integrados dentro de<br />
los sistemas de la salud.<br />
y poblaciones para que auto-regulen activamente<br />
su propio comportamiento en consonancia con el<br />
poder dominante. Estas son los enfoques verticales<br />
y jerárquicos que involucran a las comunidades a<br />
través de intervenciones definidas, gestionadas y<br />
evaluadas por profesionales de salud y a través de<br />
la predilección por el conocimiento biomédico por<br />
encima del entendimiento que tienen las comunidades<br />
de las causas de su mala salud (Foucault, 1977; Rifkin,<br />
2009). La participación utilizada en enfoques de<br />
investigación-acción participativa se entiende como<br />
una manera de redistribuir el poder y construir un poder<br />
compartido. Tal como se indica en la definición de<br />
Wallerstein (1992) en la Parte uno, el empoderamiento<br />
puede entenderse como la actividad consciente llevada<br />
a cabo por un grupo social para un cambio positivo en<br />
sus vidas.<br />
Esta guía, los documentos citados en ella y los<br />
presentados en la Parte cinco enfatizan las diferentes<br />
maneras en las cuales se está utilizando la investigaciónacción<br />
participativa en la investigación sobre política<br />
y sistemas de salud en países de bajo, mediano y<br />
alto ingreso, en las diferentes configuraciones de<br />
sistemas de salud y sobre diversas cuestiones. Los<br />
procesos participativos que generan conocimiento y un<br />
desplazamiento de poder se describen en los siguientes<br />
procesos donde los grupos comunitarios:<br />
• demandan más y mejores servicios (Borgia et<br />
al., 2012, Parte cinco, documento 17);<br />
• reclaman un papel en la planeación y operación<br />
de los servicios (Murthy y Klugman, 2004<br />
y Mbwili-Muleya et al., 2008, Parte cinco,<br />
documento 6); y<br />
• participan en la toma de decisiones o en<br />
las alianzas construidas por el acceso a las<br />
medicinas (Loyola, 2008, Batista et al., 2010,<br />
Parte cinco, documento 15).<br />
La noción de participación no implica poner menos<br />
atención a las evidencias durante la toma de decisiones.<br />
Más bien, se amplía el rango de evidencias que se<br />
utilizan en ésta y el rango de actores que juzgan e<br />
interpretan las evidencias (Kwiatkowski, 2011).<br />
La participación en el suministro de información precisa<br />
y relevante es esencial para mejorar los resultados de<br />
salud en la atención primaria, mejorar las relaciones<br />
paciente-proveedor y para promover la toma conjunta<br />
de decisiones en los servicios de atención individual al<br />
considerar la perspectiva del paciente. Se argumenta<br />
que el cuidado de enfermos crónicos se beneficia<br />
enormemente de los puntos de vista de los pacientes<br />
en, por ejemplo, la mejora de la aceptación de atención<br />
en diversos grupos y en el desarrollo de sistemas de<br />
atención centrados en el paciente, ambos importantes<br />
para el manejo de enfermedades de larga duración<br />
(Bélangera et al., 2012).<br />
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