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lograremos. —<strong>El</strong> entusiasmo <strong>de</strong> Boquita <strong>de</strong> Miel era evi<strong>de</strong>nte; era la primera vez en su<br />
vida que le hacían una entrevista. Se sentía atraído, al menos un poco, por el veneno<br />
<strong>de</strong>l asedio social.<br />
—Pero ¿quién es el lí<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l grupo?, ¿y qué hace? —preguntó el entrevistador,<br />
curioso.<br />
—No sé quién es, pero sé que ven<strong>de</strong> sueños —dijo Bartolomé ingenuamente.<br />
—¿Ven<strong>de</strong> sueños? ¿Y cómo es eso? ¿No es una persona peligrosa? ¿No es un<br />
loco?<br />
<strong>El</strong> discípulo miró a su alre<strong>de</strong>dor y dijo:<br />
—No sé si es un loco, pero sí sé que dice que todos estamos en un manicomio<br />
global. <strong>El</strong> jefe quiere cambiar el mundo —dijo, dando una dimensión fantasiosa a las<br />
metas <strong>de</strong>l maestro. En realidad, lo que quería era estimular a las personas para que<br />
tuvieran hambre y sed <strong>de</strong> cambios, pues sólo ellas eran las responsables <strong>de</strong> sus<br />
transformaciones.<br />
Perplejo, el entrevistador preguntó:<br />
—¿Qué? ¿Ese hombre <strong>de</strong>sastrado dice que vivimos en un manicomio global? ¿Y<br />
quiere cambiar el mundo? ¿Y uste<strong>de</strong>s le creen?<br />
—No sé si él va a cambiar el mundo, pero está cambiando mi mundo —contestó<br />
con sinceridad.<br />
—¿Uste<strong>de</strong>s son anarquistas?<br />
Bartolomé <strong>de</strong>sconocía el anarquismo. No sabía que PierreJoseph Proudhon, el<br />
inspirador <strong>de</strong> ese movimiento surgido en el siglo XIX, <strong>de</strong>fendía la tesis <strong>de</strong> la<br />
construcción <strong>de</strong> una nueva sociedad capaz <strong>de</strong> expandir la libertad individual y liberar<br />
el trabajo <strong>de</strong> la explotación <strong>de</strong>l capitalismo industrial. En ese nuevo or<strong>de</strong>n social,<br />
constituido por la organización <strong>de</strong> los trabajadores, las personas tratarían con justicia a<br />
sus iguales y <strong>de</strong>sarrollarían su potencial. Los anarquistas no reconocían el gobierno<br />
vigente, tampoco sus leyes ni sus instituciones. Vivían bajo su propio control. Para<br />
ellos, el ser humano necesitaba liberarse <strong>de</strong> la tutela <strong>de</strong>l Estado para ser libre.<br />
<strong>El</strong> maestro no estaba <strong>de</strong> acuerdo con la i<strong>de</strong>a central <strong>de</strong> los anarquistas. Para él, sin<br />
constitución o sin instituciones, el hombre se vería libre <strong>de</strong> cometer atrocida<strong>de</strong>s,<br />
distorsionar el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> los otros, asesinar, extorsionar, vivir en función <strong>de</strong> sí<br />
mismo y mostrar un salvajismo sin prece<strong>de</strong>ntes. Tampoco quería revivir el<br />
movimiento hippie surgido al calor <strong>de</strong> la guerra <strong>de</strong> Vietnam. Para él, la frustración <strong>de</strong><br />
la juventud con la guerra había producido una gran <strong>de</strong>silusión <strong>de</strong> las instituciones, y