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aurora y se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>n fatalmente en el ocaso.<br />
Algunos lo aplaudieron sin enten<strong>de</strong>r la dimensión <strong>de</strong> su raciocinio y sin darse<br />
cuenta <strong>de</strong> que estaban muy cerca <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer.<br />
Momentos <strong>de</strong>spués, para mi sorpresa, empezó a saludar a todo el mundo. A cada<br />
uno le preguntaba:<br />
—¿Quién es usted? ¿Cuál es su mayor sueño?<br />
Inicialmente, muchos se avergonzaban. No sabían cómo contestar a eso. Otros,<br />
más <strong>de</strong>sinhibidos y sinceros, <strong>de</strong>cían: «No tengo sueños», y se justificaban: «Mi vida es<br />
una mierda». Otros comentaban: «Vivo agobiado por las <strong>de</strong>udas. ¿Cómo podría<br />
soñar?». Y algunos más apuntaban: «Mi trabajo es una fuente <strong>de</strong> estrés. Tengo dolores<br />
en todo el cuerpo. Me he olvidado <strong>de</strong> mí mismo, sólo sé trabajar». Sus respuestas me<br />
impresionaron. Me di cuenta <strong>de</strong> que el público <strong>de</strong> mi «suicidio» no estaba muy lejos<br />
<strong>de</strong> mí. La platea y los actores vivían el mismo drama.<br />
<strong>El</strong> maestro no tenía soluciones mágicas, quería estimular a las personas a que<br />
miraran en su interior y pudieran repensarse. Tras ver el <strong>de</strong>sierto psíquico en que se<br />
encontraban, proclamó:<br />
—Sin sueños, los monstruos que nos asedian, ya estén en nuestra mente o en el<br />
terreno social, nos controlarán. <strong>El</strong> objetivo fundamental <strong>de</strong> los sueños no es el éxito,<br />
sino librarnos <strong>de</strong>l fantasma <strong>de</strong>l conformismo.<br />
Una joven corpulenta, <strong>de</strong> ciento treinta kilos y un metro ochenta <strong>de</strong> altura, se<br />
conmovió con esas palabras. Se sentía programada para el rechazo y la infelicidad. <strong>El</strong><br />
fantasma <strong>de</strong>l conformismo la dominaba. Hacía años que tomaba anti<strong>de</strong>presivos. Era<br />
pesimista y excesivamente crítica consigo misma. Siempre se acobardaba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong><br />
otras mujeres. Apenada, se aproximó al <strong>ven<strong>de</strong>dor</strong> <strong>de</strong> sueños y tuvo el coraje <strong>de</strong><br />
abrirse, en un tono <strong>de</strong> voz que sólo algunos <strong>de</strong> nosotros oímos.<br />
—Soy un pozo <strong>de</strong> tristeza y soledad. ¿Alguien que no es atractivo pue<strong>de</strong> ser<br />
amado algún día? ¿Alguien que nunca es cortejado pue<strong>de</strong> tener la oportunidad <strong>de</strong><br />
encontrar un gran amor?<br />
<strong>El</strong>la soñaba con ser besada, abrazada, querida y admirada, pero su reacción<br />
indicaba que muy probablemente siempre era ridiculizada, rechazada y hasta llamada<br />
por apodos que sólo se darían a los animales. Mataron su autoestima durante la<br />
infancia, como la mía.<br />
Bartolomé oyó esas palabras. Ja<strong>de</strong>ante y con olor a alcohol, balbuceó en voz alta:<br />
—¡Deliciosa! ¡Bellísima! ¡Maravillosa! Si estás buscando un príncipe, ya lo has