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—Jefe, ¿estos tipos andan cortos <strong>de</strong> dinero? Vamos a hacer algo para tratar <strong>de</strong><br />
ayudarlos. —Seguramente pensó que iban tan bien vestidos porque se dirigían a una<br />
fiesta <strong>de</strong> disfraces.<br />
Fue la primera vez en la civilización mo<strong>de</strong>rna que un menesteroso llamó pobres a<br />
los miembros <strong>de</strong> la élite financiera. Fue la primera vez que un proletario se sintió más<br />
rico que los millonarios <strong>de</strong> su sociedad. Hablaba con tanta espontaneidad que lo<br />
trágico se volvió cómico. Los participantes se miraron unos a otros y se echaron a reír.<br />
No estaban faltándoles al respeto a los muertos, se reían <strong>de</strong> su propia miseria.<br />
Necesitaban comprar muchos sueños para alcanzar un mínimo <strong>de</strong> salud psíquica.<br />
Como si las sorpresas <strong>de</strong> la noche no hubiesen bastado, tuvo lugar otro<br />
acontecimiento que nos puso literalmente los pelos <strong>de</strong> punta. De repente, <strong>de</strong> un<br />
mausoleo que estaba sólo a cuatro metros <strong>de</strong> los presentes, salió una figura terrorífica<br />
con una tela blanca sobre la cabeza, y lanzó un grito horripilante:<br />
—¡Soy la muerte y he venido a buscaros!<br />
La escena no había sido preparada por el maestro, que también se asustó. <strong>El</strong><br />
alboroto fue tan gran<strong>de</strong> que, por primera vez en mi vida, creí en los fantasmas. Se me<br />
salía el corazón por la boca, y es evi<strong>de</strong>nte que al resto <strong>de</strong> los presentes les sucedió lo<br />
mismo. ¿Quién había lanzado ese grito?<br />
Abandonamos el terreno <strong>de</strong> la razón para internarnos en el <strong>de</strong> la irracionalidad.<br />
Algunos empezaron a correr, pero el fantasma soltó algunas carcajadas y nos<br />
tranquilizamos.<br />
—¡Calma, amigos, calma! ¿Por qué están tan <strong>de</strong>sesperados? Pronto dormiremos<br />
todos en un lugar como éste.<br />
<strong>El</strong> «fantasma» se quitó la tela <strong>de</strong> la cabeza. Era el infeliz <strong>de</strong> Bernabé.<br />
Bartolomé y Bernabé, el dúo incontrolable, tenían que dar su espectáculo, no<br />
importaba dón<strong>de</strong> estuviesen.<br />
Cada vez que alcanzábamos el punto más alto <strong>de</strong> luci<strong>de</strong>z, caíamos en los niveles<br />
más bajos <strong>de</strong> locura. <strong>El</strong>los siempre lo fastidiaban todo. Si en el pasado yo hubiera<br />
tenido alumnos como aquéllos, los habría expulsado sin dudar.<br />
Por suerte, ellos habían encontrado un maestro que entregaba todo lo que tenía al<br />
que menos tuviese. Me era muy difícil enten<strong>de</strong>r cómo podía amar a aquellos<br />
alborotadores incorregibles.<br />
Al ver que la gente seguía tensa, Bernabé sacó una chocolatina <strong>de</strong>l bolsillo y<br />
empezó a comérsela. Mientras lo hacía, <strong>de</strong>cidió contar parte <strong>de</strong> su historia. Todos